miércoles, 29 de febrero de 2012

Michino afligido



De niño, jugaba a la guerra y saltaba la verja para ver a la niña de sus sueños. Todo era alegría hasta que un día ella lo dejó. El muchacho tenía lágrimas de primavera y su felino se fue de casa y se puso azul de tanto mirar al cielo.

Félix


domingo, 26 de febrero de 2012

Insomnio



Vueltas y más vueltas doy en mi almohada, solo la oscuridad es testigo de mis noches de vigilia, mi cama ya hasta se queja, en cada movimiento bien que me ha gritado ¡ya para de moverte y si tu no puedes al menos a mi déjame dormir! Que forma tan egoísta de proceder, tanto tiempo que hemos estado juntas y ahora protesta por mi comportamiento, hoy le he dicho…mira que si sigues así ¿sabes que voy a hacer? ¡Te voy a cambiar!

Pero si no es mi culpa, no soy responsable de mi falta de sueño; bien sabes amiga mía que a pesar de mis esfuerzos no logro pegar los ojos, recuerdo la ocasión aquella cuando me dijeron ¡es que para dormir te debes de concentrar! ¿Cómo me concentro? Piensa ¿En qué? No pues no sé, tú sólo concéntrate, y sabes de tanto concentrarme me he enamorado de los sonidos de la noche.

Ahora mismo afuera ladra un perro, a mi memoria llegan los recuerdos y vuelvo a los días de mi niñez… escucho la historia, aquella que me contaban…cuando un perro por las noches ladra así es que esta siendo testigo del paso de la muerte, ¡ah! Si no me da miedo la muerte sinceramente es al perro al que temo.

De pronto escuchó el maullido lastimero de un gato, aunque dicen que tienen el poder de ver en la oscuridad, no creo que esta vez maúlle porque sus ojos hayan contemplado algo fuera de lo común, más bien por ese llanto creo ha sido víctima de seguro una gatita coqueta lo ha mandado “con cajas destempladas.”

Desfila una imagen, después otra pero así como van pasando por el mismo lugar donde aparecen… se vaporizan, el barco de la imaginación se encuentra anclado un poco alejado del puerto de la prudencia, empieza a zozobrar víctima del azote de los vientos de la desesperación.

Mientras los dedos se deslizan por las ventanas de la esperanza, las yemas sufren cuando sienten incrustarse las rebabas de la ausencia que van cortando y penetrando lentamente en la piel, el dolor queda ensalzado entre la carne.

Esa es mi situación, ni más ni menos, este insomnio no es el resultado de una cena abundante ¡no, para nada! ¿Será que la conciencia nos hace malas jugadas de vez en cuando?

¿Qué otros síntomas presenta? La verdad no sé si sea importante o si venga al caso hacer mención de los demás síntomas pero el intestino, eso si no se cual lo tengo hecho unos genuinos nudos, creo es el delgado es el más propenso a los nudos y ciegos, todos mis menudencias han cambiado de lugar, en mi estómago siento correr los jugos gástricos, pero convertidos en un auténtico río de lava ¿puede escuchar el gorgogeo?

Si he de contarle más, ha de saber que ya se me ha secado el cuajo que ni se lo que es, mucho menos donde lo tengo, pero ya se me secó, así decía mi abuelita, según es por el empacho, me veo derrengada, aunque yo me siento toda desconchinflada y de paso se me ha descuajaringado el corazón.

No me vean con cara de asombro ni de espanto, no estoy dechavetada, esos son mis síntomas ¿que no son normales?

Si me dieron un diagnóstico… Insomnio y depresión humorística.

¡Por eso no me agradan los médicos!


Alondra

viernes, 24 de febrero de 2012

Pobre tonto


La tenía abrazada y punto de bajarle la cremallera. Entonces  sintió frío y se hizo un lío de palomas con otras aves rapaces y le dijo: “¡Uf! Estáte quieta, amiga, hay que ver esto del amor qué cosas tiene”. Y la soltó.

Félix



miércoles, 22 de febrero de 2012

Duendes del Silencio (Cuento Infantil)


A la tarde, cuando llegaba de la escuela me sentaba a la mesa a saborear un rico tazón de leche humeante que mi mamá me servía. Esto era algo que a mí me encantaba porque llegaba con mucho hambre y de paso y cañazo, me permitía abrir una puerta a un mundo de fantasía.
Un pequeño chorro de leche derramaba a propósito sobre la mesada y unas cuantas gotitas por aquí y por allá, también desperdigaba. Con mi dedo como pincel, recorría a cada una de esas gotas. Un pintoresco río zigzagueante de leche quedaba veteado. Era así que comenzaban a aparecer, en forma sorpresiva de entre las hendijas de la madera, tres duendes tan diminutos como hormigas. Bien clarito, se les veían sus bonetes bordó y sus ropas tirolesas al tono. Atropellándose salían entre risas a nadar en el charquito y a chapotear en el río.
Ellos eran Jacinta, Yoel y Pimpón, nombres que yo había elegido. Se ve que les atraía el aroma lácteo y esa escena que espiaban ansiosos desde sus lugares secretos para salir a mi vista.
Era así como yo sorbía mi leche mirando las divertidas andanzas de estos amiguitos. ¡Cómo corrían y se enlechaban enteros! Verlos era todo un espectáculo. Seguramente la leche los embellecía y por eso se bañaban en esta. Chorreantes se sacudían dando giros y déle que se salpicaban con alegría unos a otros con el líquido desparramado. Yo sabía que a Yoel le gustaban las migas de pan, a Jacinta una pizca de dulce de ciruela y a Pimpón, la manteca. Entonces ellos, previendo ese momento de panzas llenas, caminaban haciendo equilibrio por el mango de la cucharita y se sentaban sobre el arco de esta, con sus pies de remojo en el riacho. A cada uno, su rico manjar les daba en mano y yo, también aprovechaba de comer unas ricas tostadas calentitas. Entre bocado y bocado, con caras sonrientes disfrutábamos y tomábamos la merienda juntos. No hacían falta palabras, solo miradas para saber de este deleite del compartir.
Cuando terminaba de merendar mi madre se sentaba a mi lado, miraba el enchastre que tenía frente a ella y como si nada, me preguntaba, acariciándome la espalda: “Juancito ¿cómo te fue en la escuela?” Entonces los duendes, así como habían llegado, se disipaban por arte de magia entre la mesa. Se ve que sabían que estas conversaciones eran privadas y se hacían “humo”. Yo con un trapo limpiaba los rastros del río, de las migajas y del puente, sabiendo que al día siguiente, a la misma hora, volverían estos especiales amigos que para mí, no eran invisibles pero para mi mamá, sí. De gran conversación con ella, seguía la tarde.

María Inés Arias

martes, 14 de febrero de 2012



El Hombre Invisible

Aquel hombre era invisible, pero nadie se percató de ello.

Gabriel Jiménez Emán

…….




Y yo también


Cuando Juan Ramón bajó las estrellas al agua, Platero se bebió también la luna. Desde entonces los poetas quedaron eclipsados.


(Beethzart)
 ilustrador Ulises Wensell



miércoles, 1 de febrero de 2012

Presagio



Conozco a un cirujano que se llama Rogelio.
Cuando se apareja el tedioso babero verde, parece una ranita de San Antonio.
María, la enfermera de ojos achinados le recibe así: “buenos días, doctor”. Y le despide así: “Adiós, doctor”. Pero el doctor Rogelio, cirujano y especialista en trepanación…es pequeño.

Trepanar –el estómago me respinga- , no he visto trepanar. Mucho menos me atrevería a hacerlo: necesitaría ser doctor y no quiero serlo; tendría que aparejarme ese verde delantal y me es tedioso; además, para ser cirujano, especialista en trepanación, dicen que hay que ser pequeño y por ahí no paso.

¿Sabes qué pienso?

No me extrañaría nada que un día María, la enfermera de ojos achinados, trepanara la cabeza del doctor Rogelio: “buenos días doctor”. Después el berbiquí ese daría vueltas y más vueltas, multiplicadas por muchas más, hasta que la punta asomara por la boca del doctor. María entonces, abriría la suya para decir…”adiós, pequeñajo, el quirófano para mí”.

Félix