Fidel, desvelado, resolvió levantarse al fin. Miró a su
lado, Luisa parecía dormir profundamente y sonrió.
Fue al lavabo y orinó, se miró en el espejo y se rascó la
cabeza. “Beberé un vaso de agua”.
Al pasar frente a la puerta del comedor, observó a través
del cristal una extraña y fría luz fosforescente. Abrió la puerta.
Fidel y Luisa estaban tirados en el suelo, desgarrados
los vestidos y las carnes en amasijo sanguinolento. Sus ojos amarillos miraban
a Fidel.
Corrió despavorido hacia su esposa. En el instante eterno
del pasillo recordó el pacto que hicieron medio en broma muchos años atrás: “el
primero que muera vendrá a contar al otro qué hay del otro lado”
Iba a gritar pero no pudo. Antes de llegar a la
habitación, apenas alcanzó a oír el inicio de una explosión devastadora.
Félix
Félix