Si Dios quiere
HABÍA una vez
un gallego que se volvía a Galicia después de haber juntado unos cuartos en
Sevilla. Ya muy cerca de su pueblo se
encontró a uno que le preguntó dónde iba.
-A la miña
terra -contestó el gallego.
-Si Dios
quiere –repuso el primero.
-He de llegar
quiera Dios o no –dijo muy en sí el gallego viendo ya de lejos su aldea, de
cuyo territorio sólo le separaba un arroyo.
No bien lo
hubo dicho, cuando al pasar el arroyo se cayó en él y se volvió rana.
Así vivió tres
años, huyendo siempre el pobre de los pícaros muchachos, de las sanguijuelas y
de las cigüeñas, sus encarnizados enemigos. Al cabo de los tres años acertó a
pasar por allí otro gallego que volvía a su casa, y preguntándole un caminante
donde iba, contestó:
-A la miña
terra.
-Si Dios
quiere -gritó una rana que sacó la cabeza del agua.
Y cuando lo
hubo dicho, la rana, que era el gallego primero, se halló de repente otra vez
hombre.
Siguió su
camino más alegre que unas Pascuas, y habiéndose encontrado otro viajero, que
le preguntó dónde iba, le contestó:
-A la tierra,
si Dios quiere; a ver a mi mujer, si Dios quiere; a ver a, mis hijos, si Dios
quiere; a ver a, mi vaquita, si Dios quiere; a sembrar mi campito, si Dios
quiere; para que me de una buena cosecha, si Dios quiere.
Y como a todo
había añadido religiosamente el “si Dios quiere”, quiso el Señor que se viesen
sus deseos cumplidos. Encontró buena a su mujer y a sus hijos; a la vaquita
parida; sembró el campo, y cogió una buena cosecha, porque…Dios quiso.
Fernán Caballero