viernes, 25 de abril de 2025

Cunita de tierra

Un día, el niño triste dijo que tenía semillas en los dedos de sus manos, pero nadie las regó. Se escondió para llorar su desdicha a la luz que entraba por los postigos de su incipiente primavera.

Con el tiempo dejó de estar mustio. Acurrucado, sobre sus rodillas, no le importó quedarse solo, con sus lágrimas. Nadie supo cómo, pero cinco pétalos blancos afloraron en cada una de sus manos. Entonces ya no se ocultó más. Clamó sus colores, porque ahora dormiría en su cunita de tierra.

Francisco Montero Montero

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sábado, 19 de abril de 2025

 El Búho

Antes de devorarlas, el búho dirige mentalmente a sus presas. Nunca se hace cargo de una rata entera si no se ha formado un previo concepto de cada una de sus partes. La actualidad del manjar que se palpita en sus garras va haciéndose pasado en la conciencia y preludia la operación analítica de un lento devenir intestinal. Estamos ante un caso de profunda asimilación reflexiva.

Con la aguda penetración de sus garfios, el búho aprehende directamente el objeto y desarrolla su peculiar teoría del conocimiento. La cosa en sí (roedor, reptil o volátil) se le entrega no sabemos cómo. Tal vez mediante el zarpazo invisible de una intuición momentánea: tal vez gracias a una lógica espera, ya que siempre nos imaginamos el búho como un sujeto inmóvil, introvertido y poca dado a las efusiones cinegéticas de persecución o captura. ¿Quién puede asegurar que para las criaturas idóneas no hay laberintos de sombra, silogismos oscuros que van a dar a la nada tras la breve cláusula del pico? Comprende el búho que equivale a aceptar esta premisa.

Armonioso capitel de plumas trabadas que apoya una metáfora griega; siniestro reloj de sombra que marca en el espíritu una hora de brujería medieval: ésta es la imagen bifronte del ave que emprende el vuelo al atardecer y que es la mejor viñeta para los libros de filosofía occidental.

Juan José Arreola

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lunes, 14 de abril de 2025

Ellos nos controlan

Mi hermano nunca rezaba ni quería ir a  misa, porque decía que Dios no existía, que cada uno creaba sus propios dioses y que él ya tenía los suyos. Mamá le pegaba y lo castigaba y entonces él los llamaba y conversaba con ellos. ¿Por qué haces eso?, quería saber, y él contestaba muy serio que eran ellos quienes se lo ordenaban y que si deseaba irse de casa tenía que obedecerles en todo. ¿Pero tú no los has creado?, le pregunté. Entonces me dijo que sí, que los había creado, pero que ya no podía controlarlos porque los dioses siempre te chantajean con su paraíso. Hasta que un día se lo llevaron y no apareció nunca más. Papá se emborracha y mamá reza, mas yo sé que rezar es inútil. Lo que yo quiero es inventar unos dioses que me devuelvan a mi hermano y no me obliguen a rezar. Lo de rezar no es posible, pero han prometido llevarme con él.

Fernando Iwasaki

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lunes, 7 de abril de 2025

El Cid y Jimena

Se amaron después de tantas dificultades que en el lecho nupcial les pareció que amarse no valía gran cosa.

Marco Denevi

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miércoles, 2 de abril de 2025

Después del juicio

Después del juicio final, el viaje al cielo y al infierno se hace en contingentes, de acuerdo a ocupaciones, afinidades, aficiones, y otras normas de agrupación. En un minibús van los ex jurados de concursos de microcuentos. Como han salido airosos del interrogatorio, van cantando, contando historias, felices de tener la eternidad por delante. Al llegar al Destino, son ingresados en un inmenso salón blanco, alumbrado por el Sol. Los recibe Dios en persona, con una amplia sonrisa bordada por su larga barba. Y dice Dios: Pero si aquí llegan mis queridos miembros del Jurado, cómo la lleváis, amigos? Como os han contado en el Juicio, habéis sido bondadosos en vida. Habéis dado sobradas pruebas de generosidad, de amistad, de amplitud de miras y de otras muchas humanas cualidades. Habéis actuado con probidad, con sinceridad, con total honestidad.

Sin embargo, amigos, no se os ha anunciado que habéis cometido un pecadillo: una especial y obsesiva predilección por los finales sorpresivos, y sabido es (aquí se sabe), que el final sorpresivo está más cerca del vicio que de la virtud. Más cerca del engaño que de la iluminación. Quizá no lo veáis así, y lo respeto, la literatura es materia opinable. Pero aquí la ley es una sola: darle a cada quien su propia medicina. Por eso debo deciros, mis queridos miembros del jurado, que nos soy Dios, soy Satanás.

Fabián Vique

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