Historia fantástica
Contar la historia del día en que el
fin del mundo se suspendió por mal tiempo.
Augusto Monterroso.
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Insectiada
Pertenecemos a una triste especie de
insectos, dominada por el apogeo de las hembras vigorosas, sanguinarias, y
terriblemente escasas. Por cada una de ellas hay veinte machos débiles y
dolientes.
Vivimos en fuga constante. Las hembras van
tras de nosotros, y nosotros, por razones de seguridad, abandonamos todo
alimento a sus mandíbulas insaciables. Pero la estación amorosa cambia el orden
de las cosas.
Ellas despiden irresistible aroma. Y las
seguimos enervados hacia una muerte segura. Detrás de cada hembra perfumada hay
una hilera de machos suplicantes.
El espectáculo se inicia cuando la
hembra percibe un número suficiente de candidatos. Uno a uno saltamos sobre
ella. Con rápido movimiento esquiva el ataque y despedaza al galán. Cuando está
ocupada en devorarlo, se arroja un nuevo aspirante.
Y así hasta el final. La unión se consuma
con el último superviviente, cuando la hembra, fatigada y relativamente harta,
apenas tiene fuerzas para decapitar al macho que la cabalga, obsesionado en su goce.
Queda adormecida largo tiempo triunfadora en su campo de eróticos despojos. Después cuelga del árbol inmediato un grueso cartucho de huevos. De allí nacerá otra vez la muchedumbre de víctimas, con su infalible dotación de verdugos.
Juan José Arriola
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Epitafio encontrado en el cementerio Monte Parnaso de San Blas, A.B.
Escribió un drama: dijeron que se
creía Shakespeare.
Escribió una novela: dijeron que se creía
Proust.
Escribió un cuento: dijeron que se creía Chejov.
Escribió una carta: dijeron que se creía
Lord Chesterfield.
Escribió un diario: dijeron que se creía Pavese.
Escribió una despedida: dijeron que
se creía Cervantes.
Dejó de escribir: dijeron que se creía
Rimbaud.
Escribió un epitafio: dijeron que se
creía difunto.
Augusto Monterroso
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