viernes, 31 de julio de 2020

Nudo gordiano

El carro de Gordias, rey de Frigia, estaba atado con un nudo tan complicado que nadie lo podía desatar. Según el oráculo, quien fuera capaz de deshacer ese nudo conseguiría conquistar toda Asia Menor. Sólo Alejandro Magno fue capaz de encontrar la solución: cortó el nudo con un tajo de su espada. Pero este no es el caso, amigos, les ruego que tengan un poco más de paciencia, insiste la joven contorsionista, ante los hombres que la sacaron en andas de la pista y desde hace tres días están tratando de desanudarla.

Ana María Shua

El nudo gordiano y el origen del yugo y las flechas como símbolos ...

Imagen:https://www.google.com/


domingo, 26 de julio de 2020


El temor de la cólera
En una de sus guerras, Alí derribó a un hombre y se arrodilló sobre su pecho para decapitarlo. El hombre le escupió en la cara. Alí se incorporó y lo dejó. Cuando le preguntaron por qué había hecho eso, respondió:
-Me escupió en la cara y temí matarlo estando yo enojado, Sólo quiero matar a mis enemigos estando puro ante Dios.
Qalyubi Ah’med

Descontexto: "Temor de la cólera", de Ah'med El Qalyubi

martes, 21 de julio de 2020


Algo así, Kafka

El  niño interrogó al padre después de sacar los cuadernos de la escuela.
-Papá, en la escuela me dejaron de tarea que investigara… algo llamado Kafka - ¿Tú sabes qué es?
El padre quedó pensativo.
-¿Algo llamado Kafka? Creo que era una cucaracha que encerraron en la cárcel.
-¿Pero cómo? ¿Por qué?
-Es que antes era escritor o algo así.

Juan José Aboytia

K de Kafka

miércoles, 15 de julio de 2020


El anciano sin memoria
Estaba con una mano en la frente y a cada pregunta que hacían los amigos bajaba la cabeza, cerraba los ojos para mirar más lejos y respondía:
-No, no recuerdo.
Y de pronto dijo:
-Ustedes recuerdan todo. Debe ser tremendo. Yo no recuerdo nada. Estoy como si naciera mañana.
Javier Villafañe
La realidad de la perdida de memoria al envejecer. Los olvidos ...

viernes, 10 de julio de 2020


Dulcinea del Toboso

Vivía en El Toboso una moza llamada Aldonza Lorenzo, hija de Lorenzo Corchuelo y de Francisca Nogales. Como hubiese leído novelas de caballería, porque era muy alfabeta, acabó perdiendo la razón. Se hacía llamar Dulcinea del Toboso, mandaba que en su presencia las gentes se arrodillasen y le besaran la mano, se creía joven y hermosa, pero tenía treinta años y pozos de viruelas en la cara. Se inventó un galán a quien le dio el nombre de don Quijote de la Mancha. Decía que don Quijote había partido hacia lejanos reinos en busca de lances y aventuras, al modo de Amadís de Gaula y de Tirante el Blanco, para hacer méritos antes de casarse con ella, Se pasaba todo el día asomada a la ventana aguardando el regreso de su enamorado. Un hidalgo de los alrededores, un tal Alonso Quijano, que a pesar de las viruelas, estaba prendado de Aldonza, ideó hacerse pasar por don Quijote. Vistió una vieja armadura, montó en su rocín y salió a los caminos a repetir las hazañas del imaginario don Quijote, confiando en su ardid, fue el Toboso y se presentó delante de Dulcinea. Aldonza Lorenzo había muerto de tercianas.

Marco Denevi

Postal: don quijote. dulcinea del toboso. ed. palomeque, madrid ...

domingo, 5 de julio de 2020


Reiniciando
Sólo entonces supo quererme como siempre soñé que lo hiciera. Sólo aquella noche me abrazó de esa manera que yo durante años tanto había anhelado, tanto había necesitado. Pegado a mí, tratando de sentir con su cuerpo cada centímetro del mío, abrazándolo con fuerza como si con ello pudiera retenerme para siempre, acariciándome el cabello y besándome con ternura hasta el amanecer. Aspiré cada segundo, cada porción de su ser que ahora, por fin, era del todo mía.
Pero ya era tarde, y los dos lo sabíamos. Aquella no era más que una ilusión, un espejismo producto de la despedida.
Se fue a trabajar muy temprano, como cada mañana. Me dejó los restos de su café recién hecho. Desayuné con parsimonia, recogí mis cosas y me fui para siempre. No llevaba conmigo más que una mochila, mi vieja guitarra colgada al hombro y una gran angustia aferrada a la boca del estómago. Le amaba con todas mis fuerzas. Pero sabía que nunca más volvería a sentirme inferior, que  nunca más volvería a olvidarme de mí misma por amor. Sabía que volvía a tener las riendas de mi vida. Recordé los ensayos, los conciertos, aquella lucha diaria que había querido, inútilmente, sepultar en la memoria. Me limpié las lágrimas, cerré la puerta tras de mí y sonreí, por primera vez en mucho tiempo.
Susana Martín Gijón
Mujer con vestido negro de pie sobre las vías del tren con un ...