viernes, 28 de junio de 2019


Reconciliación

Últimamente, cada vez que venía mirándose en el espejo se deprimía. No quería verse más: apenas levísimos rasgos de su pasado reconocía en ese rostro.
Pero ayer, en la ojeada involuntaria y preocupada, se reconoció en la imagen del Padre: ojos suyos, cabellos suyos y el hoyuelo de la barba. Lo miró detenidamente y se reconcilió.

Félix

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domingo, 23 de junio de 2019


Génesis, 2

Imaginad que un día estalla una bomba atómica. Los hombres y las ciudades desaparecen. Toda la tierra es como un basto desierto calcinado. Pero imaginad también que en cierta región sobreviva un niño, hijo de un jerarca de la civilización recién extinguida. El niño se alimenta de raíces y duerme en una caverna. Durante mucho tiempo, aturdido por el horror de la catástrofe, sólo sabe llorar y clamar por su padre. Después sus recuerdos se oscurecen, se disgregan, se vuelven arbitrarios y cambiantes como un sueño. Su terror se transforma en algo vago. A ratos recuerda, con indecible nostalgia, el mundo ordenado y abrigado donde su padre le sonreía o le amonestaba, o ascendía (en una nave espacial) envuelto en fuego y en estrépito hasta perderse entre las nubes. Entonces loco de soledad, cae de rodillas e improvisa una oración, un cántico de lamento. Entre tanto la tierra reverdece: de nuevo brota la vegetación, las plantas se cubren de flores, los árboles se cargan de frutos. El niño, convertido en muchacho, comienza a explorar la comarca. Un día ve un ave. Otro día ve un lobo. Otro día, inesperadamente, se halla frente a una joven de su edad que, lo mismo que él, ha sobrevivido a los estragos de la guerra nuclear. Se miran, se toman de la mano: ya están a salvo de la soledad. Balbucean sus respectivos idiomas, con cuyos restos forman un nuevo idioma. Se llaman a sí mismos, Hombre y Mujer. Tienen hijos. Varios miles de años más tarde una religión se habrá propagado entre los descendientes de ese Hombre y de esa Mujer, con el padre del Hombre como Dios y el recuerdo de la civilización anterior a la guerra como un Paraíso perdido.

Marco Denevi

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lunes, 17 de junio de 2019


Todo en un Jesús

Las gallinas todavía escarbaban lombrices en la calle de tierra. José, el carpintero, iba hasta el río con la yegua de Sebastián y pescaba truchas con cebo de lombriz. Vidal, en su fragua, calzaba a la yegua con herraduras nuevas.
Abro los ojos y las cenizas de Sebastián se esparcieron por el prado donde pastaba la yegua; la carpintería de José es hoy una oficina de turismo; la herrería, una casa rural; y las gallinas se fueron a una granja.

Félix

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miércoles, 12 de junio de 2019


Lemmings
-¿De dónde vienen? -pregunto Reordon.
-De todas partes –replcó Carmsck.
Ambos hombres permanecían junto a la carretera de la costa, y, hasta donde alcanzaban sus miradas, no podían ver más que coches. Miles de automóviles se encontraban embotellados, costado contra costado y parachoques contra parachoques. La carretera formaba una sólida masa con ellos.
-Así vienen unos cuantos más –señaló Carmack.
Los dos policías miraron a la multitud que caminaba hacia la playa. Bastantes charlaban y reían. Algunos permanecían silenciosos y serios. Pero todos iban hacia la playa.
-No lo comprendo –dijo Reordon, meneando la cabeza. En aquella semana debía de ser la centésima vez que hacía el mismo comentario-. No lo comprendo.
Carnack se encogió de hombros.
-No pienses en ello. Ocurre, Eso es todo.
-¡Pero es una locura!
-Sí, pero ahí van –replicó Carmack.
Mientras los dos policías observaban, el gentío atravesó las grises arenas de la playa y comenzó a adentrarse en las aguas del mar. Algunos empezaron a nadar. La mayor parte no pudo, ya que sus ropas se lo impidieron. Carmack observó a una joven que luchaba con las olas y que se hundió al fin a causa de su abrigo de pieles.
Pocos minutos más tarde todos habían desaparecido. Los dos policías observaron el punto en que la gente se había metido en el agua.
-¿Durante cuánto tiempo seguirá esto? –preguntó Reordon.
-Hasta que todos se hayan ido, supongo –replicó Carmack.
-Pero… ¿por qué?
-¿Nunca has leído nada acerca de los Lemmings?
-No.
-Son unos roedores que viven en los Países Escandinavos. Se multiplican incesantemente hasta que acaban con toda su reserva de comida. Entonces comienzan una migración a lo largo del territorio, arrasando cuanto se encuentran a su paso. Al llegar al océano, siguen su marcha. Nadan hasta agotar sus energías. Y son millones y millones.
-¿Y crees que eso es lo que ocurre ahora?
-Es posible –replico Carmack.
-¡Las personas no son roedores! –gritó Reordon, airado.
Carmack no respondió. Permanecieron esperando al borde de la carretera, pero no llegó nadie más.
-¿Dónde están? –preguntó Reordon.
-Tal vez se hayan ido.
-¿Todos?
-Esto viene ocurriendo desde hace más de una semana. Es posible que la gente se haya dirigido al mar desde todas partes. Y también están los lagos.
Reordon se estremeció. Volvió a repetir:
-Todos…
-No lo sé; pero hasta ahora no habían cesado de venir.
-¡Dios mío…! –murmuró Reordon.
Carmack sacó un cigarrillo y lo encendió
-Bueno –dijo-. Y ahora, ¿qué?
-¿Nosotros?
-Ve tú primero –replicó Carmack-. Yo esperaré un poco, por si aparece alguien más.
-De acuerdo.
Reordon extendió su mano.
-Adiós, Carmack -dijo.
Los dos hombres cambiaron un apretón de manos.
-Adiós, Reordon –se despidió Carmack.
Y permaneció fumando su cigarrillo mientras observaba cómo su amigo cruzaba la gris arena de la playa y se metía en el agua hasta que ésta le cubrió la cabeza. Antes de desaparecer, Reordon nadó unas docenas de metros.
Tras unos momentos, Carmack apagó su cigarrilo y echó un vistazo a su alrededor. Luego él también se metió en el agua.
A lo largo de la costa se alineaban un millón de coches vacíos.
Richard Mathson

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jueves, 6 de junio de 2019

Cuando el abuelo despertó

La última contracción de María puso muy nervioso a José, que fue incapaz de calentar el agua; ella tuvo que arreglárselas sola. El alumbramiento cogió por sorpresa a todo el mundo; sólo el pollinejo estaba en su lugar  y, en un ejercicio de responsabilidad asnal, emitió un rebuzno templado para llamar al buey, su compañero, que estaba pastando en el prado ten campante.
Los ángeles se vieron sorprendidos y tuvieron que improvisar a toda prisa su ‘hosanna’ de anuncio a los pastores; éstos, adormilados, se miraban unos a otros y tuvieron que correr a escoger los corderillos,  mientras las pastoras preparaban sus cestillos con la miel y el requesón. Los Reyes, que no se lo esperaban todavía, avisaban a sus pajes apresuradamente  mientras Melchor se impacientaba. El castillo de Herodes tenía las ventanas apagadas, pues a los obreros no les había dado tiempo de instalar  los candiles. El río de plata discurría,  pero la lavandera no había llegado; y el puente por donde había de pasar el pavero con sus pavos y la carreta cargada de  leña, estaba sin hacer. La mujer que debía llevar al hombro el cántaro de leche se había dormido y a la niña de los dos pichones en la mano todavía le estaba haciendo las trenzas su mamá…

Mas…, cuando el abuelo despertó, vio que la pequeña Delia estaba allí y le decía: ‘Abuelo, ¿cuándo terminaremos de poner las figuritas’?

Félix

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sábado, 1 de junio de 2019


Circo pobre

En un circo pobre cada artista tiene que cumplir varias funciones. Si nos fijamos bien, sin dejarnos engañar por el cambio de traje y maquillaje, veremos que muchos tratan de aprovechar sus habilidades en varias suertes. Por ejemplo, la equilibrista es la écuyère, los acróbatas son contorsionistas, el director del circo es el boletero y también el mago (ante el público, ante los acreedores). Algunos son más difíciles de descubrir, porque eligen papeles muy distintos entre sí, como la trapecista que hace de mono amaestrado (o al revés), los elefantes que trabajan de acomodadores, los payasos convertidos en aro de fuego. Pero la prueba más difícil es la del domador, que es también el tigre, cuando tiene que meter la cabeza adentro d su propia boca.

Ana María Shua

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