jueves, 6 de junio de 2019

Cuando el abuelo despertó

La última contracción de María puso muy nervioso a José, que fue incapaz de calentar el agua; ella tuvo que arreglárselas sola. El alumbramiento cogió por sorpresa a todo el mundo; sólo el pollinejo estaba en su lugar  y, en un ejercicio de responsabilidad asnal, emitió un rebuzno templado para llamar al buey, su compañero, que estaba pastando en el prado ten campante.
Los ángeles se vieron sorprendidos y tuvieron que improvisar a toda prisa su ‘hosanna’ de anuncio a los pastores; éstos, adormilados, se miraban unos a otros y tuvieron que correr a escoger los corderillos,  mientras las pastoras preparaban sus cestillos con la miel y el requesón. Los Reyes, que no se lo esperaban todavía, avisaban a sus pajes apresuradamente  mientras Melchor se impacientaba. El castillo de Herodes tenía las ventanas apagadas, pues a los obreros no les había dado tiempo de instalar  los candiles. El río de plata discurría,  pero la lavandera no había llegado; y el puente por donde había de pasar el pavero con sus pavos y la carreta cargada de  leña, estaba sin hacer. La mujer que debía llevar al hombro el cántaro de leche se había dormido y a la niña de los dos pichones en la mano todavía le estaba haciendo las trenzas su mamá…

Mas…, cuando el abuelo despertó, vio que la pequeña Delia estaba allí y le decía: ‘Abuelo, ¿cuándo terminaremos de poner las figuritas’?

Félix

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