lunes, 28 de diciembre de 2020

 Llamada

El último hombre sobre la tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta.

Fredric Brown

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martes, 22 de diciembre de 2020

La puerta

A Carlos, que después de esta historia, ya en plena democracia, volvió a prisión por el delito de ser periodista.

En una barraca, por pura casualidad, Carlos Fasano encontró la puerta de la celda donde había estado preso. Durante la dictadura militar uruguaya, él había pasado seis años conversando con un ratón y con esa puerta de la celda número 282. El ratón se escabullía y volvía cuando quería, pero la puerta estaba siempre. Carlos la conocía mejor que la espalda de su mano. No bien la vio, reconoció los tajos que él había cavado con la cuchara, y las manchas, las viejas manchas de la madera, que eran los mapas de los países secretos donde él había viajado a lo largo de cada día de encierro.

Esa puerta y las puertas de todas las otras celdas fueron a parar a la barraca que las compró, cuando la cárcel se convirtió en shopping center. El centro de reclusión pasó a ser un centro de consumo y ya sus prisiones no encerraban gente, sino trajes de Armani, perfumes de Dior y videos de Panasonic. Cuando Carlos descubrió su puerta, decidió quedársela. Pero las puertas de las celdas se habían puesto de moda en Punta del Este, y el dueño de la barraca exigió un precio imposible. Carlos regateó y regateó hasta que por fin, con la ayuda de algunos amigos, pudo pagarla. Y con la ayuda de otros amigos, pudo llevarla: más de un músculo fue necesario para acarrear aquella mole de madera y hierro, invulnerable a los años y a las fugas, hasta la casa de Carlos, en las quebradas de Cuchilla Pereira.

Allí se alza, ahora, la puerta. Está clavada en lo alto de una loma verde, rodeada de verderías, de cara al sol. Cada mañana el sol ilumina la puerta, y en la puerta el cartel que dice: Prohibido cerrar.

Eduardo Galeano

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martes, 15 de diciembre de 2020

El gesto de la muerte

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:

-¡Sálvame! Encontré a la muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan. El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde el príncipe encuentra a la muerte y le pregunta:

-Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza”

-No fue un gesto de amenaza – le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.

Jean Costeau

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miércoles, 9 de diciembre de 2020

El misántropo

Al misántropo empedernido se le ocurrió asomarse a la ventana y vio con satisfacción que las calles estaban vacías. ¡No es posible!, se dijo. Por tres días seguidos comprobó la nueva realidad. Eufórico pensó: ¡La calle es mía!, e inmediatamente adoptó por internet un perro callejero.

Félix

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viernes, 4 de diciembre de 2020

Preocupación

-No se preocupe. Todo saldrá bien -dijo el verdugo.

-Eso es lo que me preocupa -respondió el condenado a muerte.

Orlando Enrique Van Bredam

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sábado, 28 de noviembre de 2020

Amor

Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

Julio Cortázar

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lunes, 23 de noviembre de 2020

Las reliquias

Cuando la madre Angelines murió, las campanas del convento doblaron mientras un delicado perfume se esparcía por todo el claustro desde su celda. “Son las señales de su santidad”, proclamó sobrecogida la madre superiora. “Nuestro tesoro será descubierto y ahora el populacho vendrá en busca de reliquias y el arzobispo nos quitará su divino cuerpo”. Después del santo rosario nos arrodillamos junto a ella. Hasta sus huesos eran dulces.

Fernando Iwasaki

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martes, 17 de noviembre de 2020

Mago con serrucho

Con el serrucho, el mago corta en dos la caja de donde asoman las piernas, los brazos y la cabeza de su partenaire. La cara de la mujer, sonriente al principio, se deforma en una mueca de miedo. En seguida empieza a gritar. Brota la sangre, la mujer aúlla pidiendo socorro y mueve los brazos y las piernas con aparente desesperación mientras la gente aplaude y de se ríe. Después sólo se queja débilmente y al fin se calla. En otras épocas el público era más exigente, recuerda el mago: pretendía que la mujer volviera a aparecer intacta. Ahora, en cierto modo, todo es más fácil. Excepto conseguir ayudante, claro.

Ana María Shua

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martes, 10 de noviembre de 2020

Equivocación

Nos embarcamos en el Mediterráneo. Es tan bellamente azul que uno no sabe cuál es el cielo y cuál el mar, por lo que en todas partes de la costa y de los barcos hay letreros que indican en dónde es arriba  y en dónde abajo; de otro modo uno puede confundirse. Para no ir más lejos, el otro día, nos contó el capitán que un barco se equivocó, y en lugar de seguir por el mar puso rumbo al cielo; y como el cielo es infinito no ha regresado aún, y nadie sabe en dónde está.

Katrel Capek

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jueves, 5 de noviembre de 2020

Cuento de horror

La mujer que amé se convertido en un fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.

Juan José Arreola.

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jueves, 29 de octubre de 2020

La mala memoria

Me contaron hace tiempo una historia muy estúpida, sombría y conmovedora. Un señor se presenta un día en un hotel y pide una habitación. Le dan el número 35. Al bajar,  minutos después, deja la llave en la administración y dice:

-Excúseme, soy un hombre de muy poca memoria. Si me lo permite, cada vez que regrese le diré mi nombre: el señor Delouit, y entonces usted me repetirá el número de mi habitación.

-Muy bien, señor.

A poco, el hombre vuelve, abre la puerta de la oficina:

-El señor  Delouit.

Es el número 35.

-Gracias.

Un minuto después, un hombre extraordinariamente agitado, con el traje cubierto de barro, ensangrentado, y casi sin aspecto humano entra en la administración del hotel y dice al empleado:

-El señor Delouit.

-¿Cómo? ¿El señor Delouit? A otro con ese cuento. El señor Delouit acaba de subir.

-Perdón, soy yo… Acabo de caer por la ventana. ¿Quiere hace el favor de decirme el número de mi habitación?

André Breton

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viernes, 23 de octubre de 2020

  Evolución del Circo

Los antiguos romanos aceptaban como un único disfrute ver a los leones atacando, matando y devorando seres humanos. En las corridas de toros, el animal tiene menos posibilidades, aunque se le da la posibilidad de defenderse y en ocasiones, se le perdona la vida. En los circos de mi infancia, los animales amaestrados hacían lo que les mandaba el domador, era un espectáculo de obediencia pura, una cualidad que los seres humanos suelen confundir con inteligencia, como si no fuera la rebeldía la más obvia señal del pensamiento propio. Pero en el circo actual ya no hay animales, no se considera correcta ni edificante nuestra presencia, se habla de los castigos y torturas con los que nos enseñan a hacer nuestras suerte. Como los hombres sin brazos y las mujeres barbudas, los animales amaestrados hemos caído en desgracia, de qué sirve, por ejemplo, esta cosa con habilidades literarias en un mundo en el que tan pocos leen. Tengo la esperanza de que pronto nos dé de comer gente otra vez.

Ana María Shua

sábado, 17 de octubre de 2020

 La habitación maldita

Llegué sin reserva porque para eso soy cliente habitual, pero no quisieron darme la única habitación que les quedaba. A regañadientes me entregaron la llave y se ofrecieron a buscarme una suite en otro hotel de la cadena, mas ya estaba muy cansado y subí sin hacerles caso. La decoración no era la misma de las otras habitaciones: las paredes estaban llenas de crucifijos y los espejos apenas reflejaban mis movimientos. Recién cuando me eché en la cama reparé en la pintura del techo: un Cristo viejo y enfermo que me miraba sobrecogido. Me dormí con la inexplicable sensación de sentirme amortajado.. Un clavo de frío me despertó, y junto a la cama una mujer de niebla me dijo con infinita tristeza: “¿Por qué has sido tan imprudente? Ahora te quedarás tú”. Desde entonces sigo esperando que venga otro, para despertarlo con mis dedos de hielo y poder dormir de una vez.

Fernando Iwasaki

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sábado, 10 de octubre de 2020

 Canción cubana

¡Ay, José, así no se puede!

¡Ay, José, así no sé!

¡Ay, José, así no”

¡Ay, José, así!

¡Ay, José ¡

¡Ay!

Guillermo Cabrera Infante

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sábado, 3 de octubre de 2020

Estuvo en la guerra

De pronto, todas las cabezas desaparecieron. Abrió más los ojos. Trató de perforar con la mirada la luz de los reflectores implacables. Sobre el campo, los jugadores corrían en todas direcciones. Un sordo, pavoroso clamor envolvía sus cuerpos sin cabezas. Agitaban sus brazos confusamente.  Como si dirigieran su propia macabra danza. La danza macabra.

Él estaba tenso. El ruido martilleaba sus tímpanos. Creció su miedo, Ahora los rostros giraban en la cancha. Reflejaban un terror indescriptible. Su propio terror. No perseguían la pelota. Huían desesperados. Brincaban absurdamente. Con el salto mortal del soldado. Desaparecían. Volvían a emerger. Volaban. Destruidos en pedazos al chocar unos contra otros.

Empezó a oír el graznido de las ametralladoras. El ruido del mar. El ruido del miedo. El silbatazo de ataque. Y gritó. Gritos espantosos que taladraban la espina dorsal, ¿Llegaría a disparar por fin el cañón camuflado bajo la malla del arco?

Reaparecieron las cabezas y los cuerpos. Las cabezas subían y bajaban las gradas. Saltaban a la izquierda y a la derecha. Uno, dos. Uno, dos. A la derecha y a la izquierda. Uno, dos. Rodaban unas sobre otras. Saltaban unas sobre otras. Uno, dos. Lo aplastaban. Iban a aplastarlo. Uno, dos. Y los gritos…

Se lanzó por las escaleras. A ganar la playa. A esconderse en las trincheras. La salida. A empellones. Empujando los cadáveres móviles que cerraban el paso.

La puerta. La plaza. Arriba, siempre al cielo. El cielo.

Detuvo el taxi. Al hotel.

Cerró los ojos. Los abrió de nuevo. ¿Y el chófer? Había desaparecido. Él iba solo sobre el tanque qe devoraba las avenidas. Traspasaba los muros. Se estrellaba contra los árboles. Mil reflectores enfocaban su marcha. Más aprisa. Aprisa.

Luego, lo de siempre: el silencio largo.

-¿Le pasa algo?

Pagó. Entró en el hotel. A su cuarto. Se desplomó sobre la cama.

A gemir la paz definitivamente perdida para él.

Edmundo Valdés

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domingo, 27 de septiembre de 2020

Que nadie las despierte

Nada me produce más horror que volver a casa de madrugada por cualquiera de esas flamantes autopistas que circunvalan mi ciudad. Los carteles fosforescentes me infunden un sosiego adormilador, y las luces de los coches se disuelven liquidas en la cremosa oscuridad. Me hipnotiza ese veloz resplandor que engulle las líneas blancas de la autovía y me pregunto si acabaré en la cuneta o contra los pilotes que reverberan gelatinosos, casi difuminados por los pinceles de mis párpados.

De pronto pienso en las niñas y me enderezo, me abronco, me pellizco, Ellas desean verme al despertar, y si muero mientras duermen las condenaría a una feroz vigilia de pesadillas. Pero el sueño en la carretera me envuelve con redes sutiles y bostezo como los túneles o cabeceo al viento  como las soñolientas adelfas, cuajadas en la insoportable monotonía de las regueras. A lo lejos brilla turbia la ciudad y en la duermevela busco las farolas de mi calle, la luz del portal de casa, la lámpara de mi mesilla de noche…

Ya en la cama me acurruco jun to a mis hijas, abrazo sus cuerpos tibios y beso sus mejillas como flanes. Entonces me arrasan las lágrimas y estremecido por la inercia de la velocidad me invade una sonámbula sensación de zozobra. Tal vez aún estoy en la autopista, acaso jamás llegué a casa. Y demudado espero hasta el alba porque no quiero despertarlas y que descubran que quien las sueña soy yo.

Fernando Ywasaki

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martes, 22 de septiembre de 2020

Comunión matutina

 De improviso, me ha alcanzado eta mañana un aluvión de alegrías, como manada de corzos saltarines: el beso madrugador de mi esposa; la voz, que no el 'guasap', de mis hijos al teléfono; la roja eclosión de la dalia en el jardín al tiempo que el amarillo girasol inicia el giro; el tímido primer rayo de sol tras la nubecilla que se aleja; el celo de la pájara en el alero, con su pico cargado, tratando de calmar la sonora desazón  de su pequeños; la paz redonda de la mañana azul; el caminar de esa pareja de amantes maduros, cogidos de la mano y poseyendo el mundo…

Cierro los ojos, y entro en la armonía cósmica con el pie derecho. Al caer en la cuenta, la respiro consciente y honda. Un minuto en silencio y me dispongo a asearme para no desentonar.

Félix


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jueves, 17 de septiembre de 2020

 La poeta écuyère

Su número consiste en montar el signo y hacer piruetas acrobáticas sobre la gruesa línea que separa significado de significante. El signo, mucho menos dócil de lo que el público imagina, a veces se encabrita y la voltea de un corcovo. Entones la écuyère se lamenta de haber abandonado la gramática y el diccionario para seguir al circo. La aplauden poco.

Ana María Shua

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sábado, 12 de septiembre de 2020

 Día del padre

Yo soy padre soltero, pero nadie lo sabe. No es que me dé vergüenza, la sociedad de nuestros tiempos ya acepta a los que no somos todos iguales. Ser padre soltero, aunque todavía no sea cosa tan común en este mundo, no es nada del otro, no. Lo que sí es que, para ser completamente feliz, voy a tener que conseguirme algunos hijos porque, como me decía mi madre, Tú te las pasas todo el día jugando al padre, pero ni hijos tienes. Y yo le contestaba: madre, es que yo nací con la paternidad de nacimiento, ¿no ve?

Yo lo único que le pido al santo niño es que alguien, una persona buena, el día de mi cumpleaños, o con cualquier otro pretexto, me regale un hijo, aunque sea uno, chiquito de preferencia.

Dante Medina

Padre e hijo jugando en el parque a la hora del atardecer. familia feliz  divirtiéndose al aire libre | Foto Gratis

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Dante Medina

lunes, 7 de septiembre de 2020

 La confesión

En la primavera de 1232, cerca de Aviñón, el caballero Gontran D’Orville mató por la espalda al odiado conde Geoffroy, señor del lugar. Inmediatamente confesó que había vengado una ofensa, pues su mujer lo engañaba con el Conde.

Lo sentenciaron a morir decapitado, y diez minutos antes de la ejecución le permitieron recibir a su mujer en la celda.

-¿Por qué mentiste? –preguntó Giselle D’Orville- ¿Por qué me llenas de vergüenza?

-Porque soy débil –repuso- De este modo simplemente me cortarán la cabeza. Si hubiera confesado que lo maté porque era un tirano, primero me torturarían.

Manuel Pyrou

Ejecución de Sir Walter Raleigh en Inglaterra 1618. Xilografía coloreada a  mano Fotografía de stock - Alamy

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martes, 1 de septiembre de 2020

 El poeta de las retamas escribe sobre las piedras en el riñón

La prima Luisita, del tío Manuel Correplaya, murió de piedra en el riñón. A la prima Luisita le consentíamos la mayoría de los caprichos porque nuestros padres nos advertían que la prima lo pasaba muy mal con aquellos dolores tan espantosos que le sobrevenían cada vez que tenía que echar una piedra fuera del riñón a través del caño del orín.

-¿Y quién le ha metido a la prima tantas piedras? –le preguntábamos a nuestros padres.

-Le han echado un mal de ojo, hijos, -nos contestaban.

Por aquella época estuvimos tan atentos a las miradas, que cada vez que nos encontrábamos con un bizco, volvíamos la espalda y dábamos la vuelta por otra calle porque podría sacarse las piedras del bolsillo y metérnoslas por la boca.

Eladio Orta

Microrrelato de Eladio Orta: El poeta de las retamas escribe sobre las  piedras en el riñón

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jueves, 27 de agosto de 2020

Los autómatas

Son hombres, mujeres y niños excelsos en el arte de fingir la vida. Imitan con tanta perfección los movimientos humanos que sólo su constante repetición los denuncia como muñecos de madera. Su dueño y creador descuella en la perfección de los detalles como el brillo de la piel, el volumen de la carne. Uno de los hombres tiene un tic; una mujer, con los ojos perdidos, esboza una semisonrisa, como respondiendo a un recuerdo, un chico resfriado se sorbe los mocos. Pero si son casi perfectos en su imitación de la vida, hay que ver  la perfección absoluta con que mueren, la gradual palidez que se apodera de sus mejillas, el abandono inanimado de su cuerpo, la sorprendente, sorprendente rapidez con que se pudre la madera.

Ana María Shua

Junk whirly gigs | 1000x1000.jpg | Whirligig, Backyard fun, Diy toys

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viernes, 21 de agosto de 2020

 El último cuento

-En sus cuentos breves el tema de la muerte suele aparecer con cierta frecuencia, ¿a qué se debe?

-No es un tema privativo de mis cuentos, habrá notado que en la vida cotidiana también suele aparecer con cierta frecuencia.

-¿No teme jugar con la muerte?

-Soy un escritor temerario-.

-¿Qué está escribiendo ahora?

-Un cuento trivial: el escritor que dialoga con la Muerte y la muy pícara lo sorprende en la mitad de una palabra.

-¿Cuál palabra?

-No lo sé, pero seguramente le va a faltar la última sílaba y el cuento quedará inconclu.

Juan Carlos Reig

Microrrelato de Juan Carlos García Reig: El último cuento

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domingo, 16 de agosto de 2020

 El conductor borracho

Por un sinuoso camino y a gran velocidad, un hombre borracho conducía un carro. De repente, perdió el control del carro, se salió del trayecto y se precipitó contra una charca pestilente. Varias personas, al ver el accidente, corrieron al lugar y ayudaron a incorporarse al conductor. No podía ocultar su borrachera y, entonces, uno de sus auxiliadores le dijo:

-Pero, ¿es que no ha leído usted el célebre tratado de Naraín Gupta extendiéndose sobre los efectos perjudiciales del alcohol?

Y el ebrio conductor, sin dejar de hipar, tartamudeó:

-Yo soy Naraín Gupta.

Anónimo hindú

Cómo Se Detecta a un Conductor Ebrio | Consejos Tips

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martes, 11 de agosto de 2020

Desaucio

El mayordomo vareó la tela de araña que colgaba en el rincón más oscuro de la mansión de los señores.

El artrópodo arácnido salió indignado de su guarida y se opuso a la autoridad.

Los firápteros, sifonápteros, cimex lectularius y blatodeos acudieron en actitud solidaria, uniéndose a la resistencia pasiva de su vecina.

Como representante de la autoridad, el mayordomo desalojó, vara en mano,  a la araña de su tela y dispersó a los manifestantes.


Félix

Arañas - Fichas de animales en National Geographic

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miércoles, 5 de agosto de 2020

Stand by

Asimilo. Eso creo. Poco a poco voy asimilando mi vida, con una constante sensación de llevar varios años de retraso. Hoy, por ejemplo, se me cayó encima una conversación y un paseo en el que hice unas fotografías. Una tarde de hace siete años, con el corazón en la garganta y las infinitas ganas de besarte.

Esta tarde, las bocinas de los coches suenan más de la cuanta porque todos tienen prisa o miedo. Cualquiera sabe. El aire caliente deslizaba las imágenes ante mis ojos. Eso es todo.

Hoy nadie podría hacer nada por mí.

Como si tuviese fiebre. Como si hubiera comido frutos envenenados. Tal vez sean las palabras, ya podridas, en el estómago.

Desde que no estás, Montero, siento a todas horas como si alguien hubiese metido mi corazón en aceite hirviendo.

Isabel Bono

Microrrelato de Isabel Bono: Stand by | Otra forma de contar una ...

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viernes, 31 de julio de 2020

Nudo gordiano

El carro de Gordias, rey de Frigia, estaba atado con un nudo tan complicado que nadie lo podía desatar. Según el oráculo, quien fuera capaz de deshacer ese nudo conseguiría conquistar toda Asia Menor. Sólo Alejandro Magno fue capaz de encontrar la solución: cortó el nudo con un tajo de su espada. Pero este no es el caso, amigos, les ruego que tengan un poco más de paciencia, insiste la joven contorsionista, ante los hombres que la sacaron en andas de la pista y desde hace tres días están tratando de desanudarla.

Ana María Shua

El nudo gordiano y el origen del yugo y las flechas como símbolos ...

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