Los sueños de Tremecén
Escandalosos, tres ángeles
ebrios han escupido en el dintel de la casa este atropello: Tremecén no existe.
Sus palabras, como pequeñas libélulas venenosas, han terminado confundiéndose
en el vaho huidizo de los espejos. Sin embargo, la duda permanece en la
postración y en las tinieblas de este día terrible. Ningún pájaro vuela ya
sobre un mar de tristeza, e incluso la luna permanece impávida frente a la gracia
de un pez volador.
Al amanecer, he tomado la
flamígera y he expulsado del jardín a estos ángeles, mas temo que en su huida
hayan arrebatado una manzana.
Rafael Pérez Estrada
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