El desterrado
¿A qué le podían condenar
después de todo? A destierro. Valiente cosa. Cumpliría la pena alegremente en
un país extranjero en que viviría una
nueva vida y recordaría con un largo placer su ciudad y su vida pasada.
En efecto, la sentencia fue el
destierro. ¡Pero qué destierro! El tribunal, amigo de aquel hombre autoritario
y de inmenso poder a quien él había insultado, queriendo venderle el favor, y
ya que no podía sentenciarle a muerte, le desterró a más kilómetros que los que
tiene el mundo recorrido en redondo, aunque se encoja, para alargar más la
medida, el diámetro que pasa por las más altas montañas. ¿Qué quería hacer con
él el tribunal, sentenciándole a un destierro que no podía cumplir?
¡Ah! El tribunal, para agasajar
al poderoso ofendido, había encontrado la fórmula de castigarle a muerte, por
un delito que no podía merecer esa pena de ningún modo. Había encontrado la
manera de ahorcar a aquel hombre, porque no habiendo extensión bastante a lo
largo de este mundo para que cumpliese el sentenciado su destierro, habría que
enviarle a otro para que ganase distancia.
Y le ahorcaron.
Ramón Gómez de la Serna
Imagen:https://www.google.com/