La colección
Hace días pasé a ver a mi amigo, el
periodista Misha Kovrov. Estaba sentado en su diván, se limpiaba las uñas y
tomaba té. Me ofreció un vaso.
-¡Yo sin pan no tomo –dije-. ¡Vamos
por el pan!
-¡Por nada! A un enemigo, dígnate, lo
convido con pan, pero a un amigo nunca.
.Es extraño… ¿Por qué pues?
-Y mira por qué… ¡Ven acá!
Misha me llevó a la mesa y extrajo
una gaveta.
-¡Mira!
Yo miré en la gaveta y no vi definitivamente
nada.
-No veo nada… Unos trastes… Unos clavos, trapitos, colitas…
-¡Y precisamente eso, pues mira! ¡Diez
años hace que reúno estos trapitos, cuerditas y clavitos! Una colección memorable.
Y Mischa apiló en sus manos todos los
trastes y los vertió sobre una hoja de periódico.
-¿Ves este cerillo quemado? –dijo, mostrándome
un ordinario, ligeramente carbonizado cerillo-, es un cerillo interesante. El
año pasado lo encontré en una rosca, comprada en la panadería de Savastianov. Casi
me atraganté. Mi esposa, gracias, estaba en casa y me golpeó por la espalda, si
no se me hubiera quedado en la garganta este cerillo. ¿Ves esta uña? Hace tres
años fue encontrada en un bizcocho, comparado en la panadería Filippov. El bizcocho,
como ves, estaba sin manos, sin pies, pero con uñas. ¡El juego de la naturaleza!
Este trapito verde hace cinco años habitaba en un salchichón, comprado en uno
de los mejores almacenes moscovitas. Esa cucaracha reseca se bañaba alguna vez
en una sopa, que yo tomé en el bufete de una estación ferroviaria, y este clavo en una albóndiga en la misma estación.
Esta colita de rata y pedacito de cordobán fueron encontrados ambos en un mismo
pan de Filippov. El boquerón del que quedan ahora sólo las espinas, mi esposa lo
encontró en una torta, que le fue obsequiada el día del santo. Esta fiera, llamada
chinche, me fue obsequiada en una jarra de cerveza en un tugurio alemán… Y ahí, ese pedacito de guano casi no me lo tragué, comiéndome
una empanada en una taberna,,, Y por el estilo, querido.
-¡Admirable colección!
-Sí. Pesa libra y media, sin contar
todo lo que yo, por descuido, alcancé a tragarme y digerir. Y me he tragado yo
probablemente, unas cinco, seis libras…
Misha tomó con cuidado la hoja de periódico,
contempló por un minuto su colección y la vertió de vuelta a la gaveta. Yo tomé
en la mano el vaso, empecé a tomar té, pero ya no rogué mandar por pan,
Anton Chejov
Imagen:https://www.blogger.com/