El
imán
Había una vez un imán y en el vecindario
vivían unas limaduras de acero. Un día, a dos limaduras se le ocurrió
bruscamente visitar al imán y empezaron a hablar de lo agradable que sería esta
visita. Otras limaduras cercanas sorprendieron la conversación y las embargó el
mismo deseo. Se agregaron otras y al final todas las limaduras empezaron a
discutir el asunto y gradualmente el
vago deseo se transformó en impulso.
¿Por qué no ir hoy?, dijeron algunas, pero
otras opinaron que sería mejor esperar hasta el día siguiente. Mientras tanto,
sin advertirlo, habían ido acercándose al imán, que estaba muy tranquilo, como
si no se diera cuenta de nada. Así prosiguieron discutiendo, siempre
acercándose al imán, y cuando más hablaban, más fuerte era el impulso, hasta
que las más impacientes declararon que se irían ese mismo día, hicieran lo que
hicieran las otras. Se oyó decir a algunas que su deber era visitar al imán y
que hacía ya tiempo que le debían la visita. Mientras hablaban seguían
inconscientemente acercándose.
Al fin prevalecieron las impacientes, y
en un impulso irresistible la comunidad entera gritó:
-Inútil
esperar, iremos hoy. Iremos ahora. Iremos en el acto.
La masa unánime se precipitó y quedó
pegada al imán por todos lados. El imán sonrió, porque las limaduras de acero
estaban convencidas de que su visita era voluntaria.
Oscar Wilde