miércoles, 28 de agosto de 2019


El rayo que cayó dos veces en el mismo sitio

Hubo una vez un Rayo que cayó dos veces en el mismo sitio; pero encontró que ya la primera vez había hecho suficiente daño, que ya no era necesario, y se deprimió mucho.

Augusto Monterroso.

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viernes, 23 de agosto de 2019


La historia del viejo egipcio

Un viejo egipcio, uno de los últimos adoradores de Osiris en La Tierra, acude una noche a un casino, gana un millón, regresa a su casa con las ganancias y se suicida. Pero antes de hacerlo escribe una carta en la que detalla cómo deben momificar su cadáver y enterrarlo luego con su recién adquirida fortuna. Siempre quiso trascender al más allá siendo un hombre rico.

Miguel Barvo Vadillo

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sábado, 17 de agosto de 2019


El imán

Había una vez un imán y en el vecindario vivían unas limaduras de acero. Un día, a dos limaduras se le ocurrió bruscamente visitar al imán y empezaron a hablar de lo agradable que sería esta visita. Otras limaduras cercanas sorprendieron la conversación y las embargó el mismo deseo. Se agregaron otras y al final todas las limaduras empezaron a discutir  el asunto y gradualmente el vago deseo se transformó  en impulso. ¿Por qué no ir hoy?, dijeron  algunas, pero otras opinaron que sería mejor esperar hasta el día siguiente. Mientras tanto, sin advertirlo, habían ido acercándose al imán, que estaba muy tranquilo, como si no se diera cuenta de nada. Así prosiguieron discutiendo, siempre acercándose al imán, y cuando más hablaban, más fuerte era el impulso, hasta que las más impacientes declararon que se irían ese mismo día, hicieran lo que hicieran las otras. Se oyó decir a algunas que su deber era visitar al imán y que hacía ya tiempo que le debían la visita. Mientras hablaban seguían inconscientemente acercándose.
Al fin prevalecieron las impacientes, y en un impulso irresistible la comunidad entera gritó:
-Inútil esperar, iremos hoy. Iremos ahora. Iremos en el acto.
La masa unánime se precipitó y quedó pegada al imán por todos lados. El imán sonrió, porque las limaduras de acero estaban convencidas de que su visita era voluntaria.

Oscar Wilde

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domingo, 11 de agosto de 2019


Alma

Un hombre fue a la guerra y se llevó a su perro. El perro, que siguió llevando una vida muy parecida a la de casa, ignoraba que estaba en la guerra. El campo de batalla no era más que campo. Comía las mismas sobras. Ladraba al silbido de las balas que pasaban por encima, como insectos.
El día que mataron a su dueño hubo retirada. El campamento fue abandonado. No dio tiempo a recoger los cuerpos. El perro montó guardia junto al cadáver de su amo. A la mañana del segundo día, los buitres comenzaron a acercarse. Cuando se aproximaban mucho, el perro se arrancaba contra ellos y los espantaba. A cinco metros escasos corría un arroyo. El animal tenía sed. Si se acercaba al agua, los buitres corrían hacia el cadáver. Entonces, antes de conseguir llegar al arroyo, el pero daba media vuelta para ahuyentarlos.
Una mañana el aire rizaba lo que desde lejos parecía un montón de ropa vieja. Los buitres lo miraban todavía quietos.

Emilio Gavilanes

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martes, 6 de agosto de 2019


El acróbata de los azotes

En la educación de un príncipe de Inglaterra cumplía un papel fundamental el Niño de los Azotes. Cuando el príncipe cometía un error o una transgresión, se propinaba al Niño de los Azotes el castigo que estaba prohibida descargar sobre la sagrada persona de Su majestad.
El famoso acróbata italiano Archange Tuccaro, autor del primer tratado sobre saltadores y volatineros (Trois dialogues, París, 1559) fue contratado para enseñar el arte acrobático al emperador Maximiliano de Austria. De acuerdo al relato de un testigo presencial, cada vez que el monarca cometía una torpeza mientras realizaba una de sus volteretas en el aire, un joven saltimbanqui caía al suelo en su lugar. A causa de la poca habilidad natural de Maximiliano para este tipo de ejercicio, los jóvenes acróbatas, con los huesos rotos, debían ser frecuentemente reemplazados.

Ana María Shua

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