sábado, 17 de agosto de 2019


El imán

Había una vez un imán y en el vecindario vivían unas limaduras de acero. Un día, a dos limaduras se le ocurrió bruscamente visitar al imán y empezaron a hablar de lo agradable que sería esta visita. Otras limaduras cercanas sorprendieron la conversación y las embargó el mismo deseo. Se agregaron otras y al final todas las limaduras empezaron a discutir  el asunto y gradualmente el vago deseo se transformó  en impulso. ¿Por qué no ir hoy?, dijeron  algunas, pero otras opinaron que sería mejor esperar hasta el día siguiente. Mientras tanto, sin advertirlo, habían ido acercándose al imán, que estaba muy tranquilo, como si no se diera cuenta de nada. Así prosiguieron discutiendo, siempre acercándose al imán, y cuando más hablaban, más fuerte era el impulso, hasta que las más impacientes declararon que se irían ese mismo día, hicieran lo que hicieran las otras. Se oyó decir a algunas que su deber era visitar al imán y que hacía ya tiempo que le debían la visita. Mientras hablaban seguían inconscientemente acercándose.
Al fin prevalecieron las impacientes, y en un impulso irresistible la comunidad entera gritó:
-Inútil esperar, iremos hoy. Iremos ahora. Iremos en el acto.
La masa unánime se precipitó y quedó pegada al imán por todos lados. El imán sonrió, porque las limaduras de acero estaban convencidas de que su visita era voluntaria.

Oscar Wilde

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