miércoles, 31 de agosto de 2016

Para dormir…

Para dormir cómoda, me despojo de todo lo superfluo. Sentada en el borde de la cama me quito lentamente la ropa. Dejo caer los brazos, que se estiran sobre la alfombra como gruesas serpientes. Con un movimiento brusco me desprendo de las piernas y sacudiendo la cabeza hago volar mis facciones (ojos, boca, nariz) por todos los rincones de la habitación. Y continúo, hasta que no queda entre las sábanas más que mi sexo, que de todas maneras nunca duerme.


Ana María Shua

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martes, 23 de agosto de 2016


En la corola

Me acerqué para comprobar si olía el clavel reventón.
-Zzzznnn, hola, ¿me conoces? -me preguntó ella.
-No, ¿quién eres? -respondí.
-La Abeja Maya -me dijo.
-¡Vaya! ¡Qué alegría! ¿Y qué haces aquí? -le pregunté.

-Ya ves, polinizando, zzzznnn... -me zumbó.

Félix

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miércoles, 17 de agosto de 2016

El sexo de los ángeles

Una de las más lamentables carencias de información que han padecido los hombres y mujeres de todas las épocas, se relaciona con el sexo de los ángeles. El dato, nunca confirmado, de que los ángeles no hacen el amor, quizá signifique que no lo hacen de la misma manera que los mortales.
Otra versión, tampoco confirmada pero más verosímil, sugiere que si bien los ángeles no hacen el amor con sus cuerpos (por la mera razón de que carecen de los mismos) lo celebran en cambio con palabras, vale decir con las adecuadas.
Así, cada vez que Ángel y Ángela se encuentran en el cruce de dos transparencias, empiezan por mirarse, seducirse y tentarse mediante el intercambio de miradas que, por supuesto, son angelicales.
Y si Ángel, para abrir el fuego, dice: “Semilla”, Ángela, para atizarlo, responde: “Surco”. Él dice: “Alud” y ella, tiernamente: ”Abismo”.
Las palabras se cruzan, vertiginosas como meteoritos o acariciantes como copos.
Ángel dice: “Madero”. Y Ángela: “Caverna”.
Aletean por ahí un Ángel de la Guarda, misógino y silente, y un Ángel de la Muerte, viudo y tenebroso. Pero el par amatorio no se interrumpe, sigue silabeando su amor.
Él dice: “Manantial”. Y ella: “Cuenca”.
Las sílabas se impregnan de rocío y, aquí y allá, entre cristales de nieve, circulan el aire y su expectativa.
Ángel dice: “Estoque”, y Ángela, radiante: “Herida. Él dice: “Tañido”, y ella: “Rebato”.
Y en el preciso instante del orgasmo ultraterreno, los cirros y los cúmulos, los estratos y nimbos, se estremecen, tremolan, estallan, y el amor de los ángeles llueve copiosamente sobre el mundo.


Mario Benedetti
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miércoles, 10 de agosto de 2016

Y no era un “sincamil”

Éramos tú y yo. Era un “seiscientos”. Muy difícil era.
Era un “bocata” de calamares, era una cerveza. Era un “autocine” y “Casablanca”-
-“¡Tócala otra vez, Sam!”

Y el coche de atrás encendió los faros y quedamos visibles.

Félix

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jueves, 4 de agosto de 2016

Encuentro clandestino

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Es un bar o quizás un restorán. Algunas mesas tienen manteles blancos con servilletas en forma de acordeón, otras están desnudas.
-Quiero un tostado de queso.
-De jamón y queso, como todos, -me corrige él.
A pesar de su cabeza de camello estoy segura de que hemos sido amantes. Me gustan los ojos profundos y tristes. En cambio el pelo corto y áspero, amarillento, me confunde un poco.
-No -insisto con imprudencia-. De queso solo.
Él sacude sus belfos indignado, acalorado.
-Debería regresar al desierto -me dice de mal humor.
Entonces me pongo a llorar porque sé que todo ha terminado, que no volveremos a vernos hasta el próximo oasis, un poco por culpa de mi terquedad y otro poco porque la vida nos separa.


Ana María Shua