sábado, 26 de julio de 2025

La hiena

La descripción de las hienas debe hacerse rápidamente y casi como al pasar: triple juego de aullidos, olores repelentes y manchas sombrías. La punta de plata se resiste, y fija a duras penas la cabeza de mastín rollizo, las reminiscencias de cerdo y de tigre envilecido, la línea en declive del cuerpo escurridizo, musculoso y rebajado.

Un momento. Hay que tomar también algunas huellas esenciales del criminal: la hiena ataca en montonera a las bestias solitarias, siempre en despoblado y con hocico repleto de colmillos. Su ladrido espasmódico es modelo ejemplar de la carcajada nocturna que trastorna el manicomio. Depravada y golosa, ama el fuerte sabor de las carnes pasadas, y para asegurarse el triunfo en las filas amorosas, lleva un bolsillo de almizcle corrompido entre piernas.

Antes de abandonar a este cerbero abominable del reino feroz, al necrófilo entusiasmado y cobarde, debemos hacer una aclaración necesaria: la hiena tiene admiradores y su apostolado no ha sido vano. Es tal el animal que más prosélitos ha logrado entre los hombres.

Juan José Arreola

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domingo, 20 de julio de 2025

Amantes

Imposible ignorar la identidad de aquella mujer recostada sobre su pecho. Era su espsa, la madre de sus hijos, quién si no. Pero había regresado del sueño con tantos deseos de dar y recibir, que sucumbió a la fantasía más infame: pensó que era una desconocida y la estrechó cariñosamente entre sus brazos. Ella, envuelta aún en la resaca del sueño, no pudo sospechar que aquellos brazos dulces pertenecían a su marido. Nunca antes, reflexionaron cuando todo hubo acabado, habían sido tan infieles el uno al otro. El llanto de un niño, procedente de uma de las habitaciones contiguas, no hizo sino agrvar el sentimiento. Y no por amor, sino para repartirse la losa de la culpa, volvieron a abrazarse.

Francisco Rodríguez Criado

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lunes, 14 de julio de 2025

Mercado

Señora, si usted tuviera idea de mi soledad, no me exigiría que comprara cinco pesos de perejil: me vendería diez centavos.

Gonzalo Celorio

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martes, 8 de julio de 2025

El pasajero

Sólo aparece de noche, después de doblar la curva del hotel abandonado. No veo su rostro, pero sé que está en el asiento de atrás porque su silueta se refleja e el espejo retrovisor y su respiración apesta como una muela podrida. Jamás ha pronunciado palabra y cuando se va deja un rastro maloliente de niebla.

Ferando Iwasaki

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miércoles, 2 de julio de 2025

La cebra

La cebra toma en serio su visita apariencia, y al saberse rayada se entigrece. Presa en su enrejado lustroso vive en la cautividad galopante de una libertad mal entendida: “non serviam”, declara con orgullo su indómito natural. Abandonando cualquier intento de sujeción, el hombre quiso disolver el elemento indócil de la cebra, sometida a viles experiencias de cruza con asnos y caballos. Todo en vano. Las rayas y la condición arisca no se borran en cebrinos ni en cébrulas.

Con el onagro y el cuaga, la cebra se complace invalidando la posesión humana del orden de los equinos. ¡Cuántos hermanos del perro se nos quedaron ya para siempre, insumisos, con oficios de lobo, de protelo y de coyote?

Limitémonos pues al contemplar s la cebra. Nadie ha llevado a tales extremos la posibilidad de henchir satisfactoriamente una piel. Golosas, las ciervas devoran llanuras de pasto africano, a sabiendas de que ni el corcel árabe ni el pura sangre puede llegar a semejante redondez de las ancas i a igual finura de cabos. Sólo el caballo przewalski modelo superviviente del arte rupestre, alude un poco al rigor formal de la cebra.

Insatisfecha de su clara distinción espacial, las cebras practican todavía su gusto sin límites por las variantes individuales y no hay una sola que tenga las mismas rayas de la otra. Anónimas y solípedas, pasean la enorme impronta digital que las distingue: todas las cebras, paro cada una a su manera.

Es cierto que muchas cebras aceptan de buen grado dar dos o tres vueltas en la pista del circo infantil. Pero no es menos cierto también que, fieles al espíritu de la especie, lo hagan siguiendo en principio de altiva ostentación.

Juan José Arreola

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