Gran final
El viejo literato dijo a la muchacha que en el momento de morir él quería tener un último recuerdo de lujuria.
Adolfo Bioy Casares
Imagen:https://www.blogger.com
La indignación del chancho
Al Gualo le gustaban las sandías. A ‘Mordiscón’ el chancho que estaban engordando en su casa para matar en
mayo, también. Después del almuerzo al Gualo lo mandaban con los restos de comida
al chancho. Cuando llegaba al chiquero vaciaba dentro el balde con las sobras,
pero antes sacaba las cáscaras de las sandías, y allí mismo se daba un festín,
ante la mirada indignada del chancho.
Ernesto Bustos Garrido
Imagen:https://www.blogger.com/
El Avestruz
A grito pelado, como un órgano profano,
el cuello del avestruz proclama a los cuatro vientos la desnudez radical de la
carne ataviada. (Carente de espíritu a más no poder, emprende luego con todo su
cuerpo una serie de variaciones procaces sobre el tema del pudor y la
vergüenza.)
Más de pollo, polluelo gigantesco entre
pañales. El mejor empleo sin duda para la falda más corta y el escote más bajo.
Aunque siempre está a medio vestir, el avestruz prodiga sus harapos a toda gala
superflua, y ha pasado de moda sólo en apariencia. Si sus plumas “ya no se
llevan” las damas elegantes visten de buena gana su inopia con virtudes y
perifollos de avestruz: el ave que se le engalana pero que siempre deja la
íntima fealdad al descubierto. Llegado el caso, si no se esconde la cabeza,
cierra por lo menos los ojos “a lo que venga”. Con sin igual desparpajo lucen
su liviandad de criterios y engullen cuanto se les ofrece a la vista,
entregando el consumo al azar de una buena conciencia digestiva.
Destartalando, sensual y arrogante, el avestruz representa el mejor fracaso del garbo, moviéndose siempre con descaro, en una apetitosa danza macabra. No puede extrañarnos entonces que los expertos jueces del Santo Oficio idearan el pasatiempo o vejamen de emplumar mujeres indecentes para sacarlas desnudas a la plaza.
Juan José Arreola
Imagen:https://www.blogger.com/
Aves de rapiña
¿Derruida sala de armas o profanada
monástica? ¿Qué pasa con los dueños del libre albedrío?
Para ellos la altura soberbia y la
suntuosa lejanía han tomado bruscamente las dimensiones de un modesto
gallinero, una jaula de alambres que les veda la pura contemplación del cielo
con el techo de láminas.
Todos, halcones águilas o buitres,
repasan como frailes silenciosos su libro de horas aburridas, mientras la
rutina de cada día miserable les puebla el escenario de deyecciones y de
vísceras blandas. Triste manjar para sus picos desgarradores.
Se acabaron para siempre la libertad
entre la nube y el peñasco, los amplios círculos del vuelo y la caza de
altanería. Plumas remeras y caudales se desarrollan en balde; los grafios
crecen, se afilan y de encorvan sin desgaste en la prisión, como los
pensamientos rencorosos de un grande disminuido.
Pero todos, halcones o buitres, disputan
sin cesar en la jaula por el prestigio de su común estirpe carnicera. (Hay
águilas tuertas y gavilanes desplumados).
Entre los blasones impera el blanco
purísimo del Zapilote Rey, que abre entre la carroña sus alas como cuarteles de
armiño en campo de azul, y que ostenta una cabeza de oro cincelado, guarnecida
de piedras preciosas.
Fieles al espíritu de la aristocracia dogmática, los rapaces observan hasta la última degradación su protocolo de corral. En el escalafón de las perchas nocturnas, cada quien ocupa su sitio por rigurosa jerarquía. Y los grandes de arriba, ofenden sucesivamente el timbre de los de abajo.
Juan José Arreola
Imagen:https://www.blogger.com/