sábado, 28 de noviembre de 2020

Amor

Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten, y así progresivamente van volviendo a ser lo que no son.

Julio Cortázar

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lunes, 23 de noviembre de 2020

Las reliquias

Cuando la madre Angelines murió, las campanas del convento doblaron mientras un delicado perfume se esparcía por todo el claustro desde su celda. “Son las señales de su santidad”, proclamó sobrecogida la madre superiora. “Nuestro tesoro será descubierto y ahora el populacho vendrá en busca de reliquias y el arzobispo nos quitará su divino cuerpo”. Después del santo rosario nos arrodillamos junto a ella. Hasta sus huesos eran dulces.

Fernando Iwasaki

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martes, 17 de noviembre de 2020

Mago con serrucho

Con el serrucho, el mago corta en dos la caja de donde asoman las piernas, los brazos y la cabeza de su partenaire. La cara de la mujer, sonriente al principio, se deforma en una mueca de miedo. En seguida empieza a gritar. Brota la sangre, la mujer aúlla pidiendo socorro y mueve los brazos y las piernas con aparente desesperación mientras la gente aplaude y de se ríe. Después sólo se queja débilmente y al fin se calla. En otras épocas el público era más exigente, recuerda el mago: pretendía que la mujer volviera a aparecer intacta. Ahora, en cierto modo, todo es más fácil. Excepto conseguir ayudante, claro.

Ana María Shua

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martes, 10 de noviembre de 2020

Equivocación

Nos embarcamos en el Mediterráneo. Es tan bellamente azul que uno no sabe cuál es el cielo y cuál el mar, por lo que en todas partes de la costa y de los barcos hay letreros que indican en dónde es arriba  y en dónde abajo; de otro modo uno puede confundirse. Para no ir más lejos, el otro día, nos contó el capitán que un barco se equivocó, y en lugar de seguir por el mar puso rumbo al cielo; y como el cielo es infinito no ha regresado aún, y nadie sabe en dónde está.

Katrel Capek

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jueves, 5 de noviembre de 2020

Cuento de horror

La mujer que amé se convertido en un fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.

Juan José Arreola.

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jueves, 29 de octubre de 2020

La mala memoria

Me contaron hace tiempo una historia muy estúpida, sombría y conmovedora. Un señor se presenta un día en un hotel y pide una habitación. Le dan el número 35. Al bajar,  minutos después, deja la llave en la administración y dice:

-Excúseme, soy un hombre de muy poca memoria. Si me lo permite, cada vez que regrese le diré mi nombre: el señor Delouit, y entonces usted me repetirá el número de mi habitación.

-Muy bien, señor.

A poco, el hombre vuelve, abre la puerta de la oficina:

-El señor  Delouit.

Es el número 35.

-Gracias.

Un minuto después, un hombre extraordinariamente agitado, con el traje cubierto de barro, ensangrentado, y casi sin aspecto humano entra en la administración del hotel y dice al empleado:

-El señor Delouit.

-¿Cómo? ¿El señor Delouit? A otro con ese cuento. El señor Delouit acaba de subir.

-Perdón, soy yo… Acabo de caer por la ventana. ¿Quiere hace el favor de decirme el número de mi habitación?

André Breton

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viernes, 23 de octubre de 2020

  Evolución del Circo

Los antiguos romanos aceptaban como un único disfrute ver a los leones atacando, matando y devorando seres humanos. En las corridas de toros, el animal tiene menos posibilidades, aunque se le da la posibilidad de defenderse y en ocasiones, se le perdona la vida. En los circos de mi infancia, los animales amaestrados hacían lo que les mandaba el domador, era un espectáculo de obediencia pura, una cualidad que los seres humanos suelen confundir con inteligencia, como si no fuera la rebeldía la más obvia señal del pensamiento propio. Pero en el circo actual ya no hay animales, no se considera correcta ni edificante nuestra presencia, se habla de los castigos y torturas con los que nos enseñan a hacer nuestras suerte. Como los hombres sin brazos y las mujeres barbudas, los animales amaestrados hemos caído en desgracia, de qué sirve, por ejemplo, esta cosa con habilidades literarias en un mundo en el que tan pocos leen. Tengo la esperanza de que pronto nos dé de comer gente otra vez.

Ana María Shua