Una melodía exótica con reminiscencias
orientales me acompaña en esta tarde invernal. A través del cristal, ya no veo
el sol, se acaba de acostar. Tras los tejados, allá en el horizonte, ha quedado una reverberación rosácea y
amarilla, que anuncia un hielo intenso. Esta noche, mientras en el cielo las
estrellas brillarán, de seguro dejará sobre los campos finas agujas de
escarcha, y frío, mucho frío, en los huesos de tantos hermanos…
Ignoro por qué este deje gangoso que llega
a mis oídos y los colores ocres de este ocaso se asociaron para procurarme un
racimito de melancolía. Mientras lo voy comiendo grano a grano, pienso en la
primera flor del almendro y me digo que acaso no tarde en llegar la primavera.
Félix
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