Los
freaks
En el número del trapecista, lo esencial
es el riesgo. En el del malabarista, la habilidad. Pero al freak no le basta
con ser deforme, la gente se cansa rápido de mirar. La capacidad de
concentración es breve en los seres humanos, (lo saben también aquellos que
pretenden sostener la atención de la gente con un cuadro, una instalación, una
escultura). No hay fenómeno d circo tan interesante como para entretener al
público sin necesidad de representar algún número. Por eso los freaks necesitan
pergeñar una actuación en la que su deformidad destaque y supere, que incluya
acción, movimiento, y un módico relato que los sostenga.
Así, la artista inglesa Elizabeth Allen,
además de mostrar sus cuernos naturales, bailaba y entonaba canciones picarescas
sobre el escenario. Así los famosos Johnny y Robert Ecklart, hermanos gemelos
(excepto que Johnny no tenía piernas) horrorizaban a los espectadores con el
truco del mago y el serrucho. El más famoso de los hombres-gusano, el Príncipe
Randian, enrollaba, encendía y fumaba su cigarro en público, y no era poca
proeza. Yo misma me hamaco con violencia en las palabras y escucho al lector
suspirar con alivio cuando evito por milímetros, en cada envión, ser arrojada
fuera del límite de veinticinco líneas que los críticos han establecido para
este género.
Ana María Shua
Imagen:https://www.google.com/
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