viernes, 3 de enero de 2020



Los freaks

En el número del trapecista, lo esencial es el riesgo. En el del malabarista, la habilidad. Pero al freak no le basta con ser deforme, la gente se cansa rápido de mirar. La capacidad de concentración es breve en los seres humanos, (lo saben también aquellos que pretenden sostener la atención de la gente con un cuadro, una instalación, una escultura). No hay fenómeno d circo tan interesante como para entretener al público sin necesidad de representar algún número. Por eso los freaks necesitan pergeñar una actuación en la que su deformidad destaque y supere, que incluya acción, movimiento, y un módico relato que los sostenga.
Así, la artista inglesa Elizabeth Allen, además de mostrar sus cuernos naturales, bailaba y entonaba canciones picarescas sobre el escenario. Así los famosos Johnny y Robert Ecklart, hermanos gemelos (excepto que Johnny no tenía piernas) horrorizaban a los espectadores con el truco del mago y el serrucho. El más famoso de los hombres-gusano, el Príncipe Randian, enrollaba, encendía y fumaba su cigarro en público, y no era poca proeza. Yo misma me hamaco con violencia en las palabras y escucho al lector suspirar con alivio cuando evito por milímetros, en cada envión, ser arrojada fuera del límite de veinticinco líneas que los críticos han establecido para este género.

Ana María Shua

Resultado de imagen de Los freaks

No hay comentarios:

Publicar un comentario