Soñar como recurso
A la muchacha morena, de ojos grandes y la chilaba bordada, le prometió
volver y que su amor sería para siempre. Fue junto a la palmera que cobijó su
último abrazo.
Han pasado tres años y no ha vuelto. Las cartas con la promesa fueron cada
vez menos frecuentes y la palabra “distancia” creció de tamaño. Al fin se
abrigó con ella.
Hoy sueña que las calles son otras, que los hombres caminan cogidos de la
mano y que ella espera eternamente joven.
Félix

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