jueves, 1 de junio de 2023

Las ciudades y el deseo

Al cabo de tres jornadas, andando hacia el sur, el hombre se encuentra en Anastasia, ciudad bañada por canales concéntricos y en cuyo cielo planean cometas. Debería ahora enumerar las mercancías que se compran a buen precio: ágata, ónice, crisopacio y otras variedades de calcedonia; alabar la carne del faisán dorado que se asa sobre la leña del cerezo estacionada, y espolvoreada con mucho orégano; hablar de las mujeres que he visto bañarse en el estanque de un jardín y que a veces -así cuentan- invitan al viajero a desvestirse con ellas y a perseguirlas en el agua. Pero con estas noticias no te diré la verdadera esencia de la ciudad: porque mientras la descripción de Anastasia no hace sino despertar los deseos , uno tras otro, para obligarte a ahogarlos, a quien se encuentra una mañana en medio de Anastasia los deseos se le despiertan todos juntos y le rodean. La ciudad se te apetece como un todo en el que ningún deseo se pierde y del que tu formas parte, y como ella goza de todo lo que tú no gozas, no te queda sino habitar ese deseo y contentarte. Tal poder, que a veces dicen maligno, tiene Anastasia, ciudad engañosa: si durante ocho horas al día trabajas tallando ágatas ónices,  crisopacios, tu afán que da forma al deseo toma del deseo su forma y crees que gozas de toda Anastasia cuando sólo eres su esclavo.

Italo Calvino

Imagen:https://www.blogger.com/

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