sábado, 7 de junio de 2014

Los juegos del tiempo



Dicen que dicen que había una vez dos amigos que estaban contemplando un cuadro. La pintura, obra de quién sabe quién, venía de China. Era un campo de flores en tiempo de cosecha. Uno de los dos amigos, quién sabe por qué, tenía la vista clavad en una mujer, una de las muchas mujeres que en el cuadro recogían amapolas en sus canastas. Ella llevaba el pelo suelto, llovido sobre los hombros. Por fin ella le devolvió la mirada, dejó caer su canasta, extendió los brazos y, quién sabe cómo, se lo llevó. Él se dejó ir hacia quién sabe dónde, y con esa mujer pasó las noches y los días, quién sabe cuántos, hasta que un ventarrón lo arrancó de allí y lo devolvió a la sala donde su amigo seguía plantado ante el cuadro. Tan brevísima había sido aquella eternidad que el amigo ni se había dado cuenta de su ausencia. Y tampoco se había dado cuenta de que esa mujer, una de las muchas mujeres que e el cuadro recogían amapolas en sus canastas, llevaba, ahora. El pelo atado a la nuca.

 
Eduardo Galeano

sábado, 12 de abril de 2014

Después de la guerra



El último ser humano vivo lanzó la última paletada de tierra sobre el último muerto. En ese instante mismo supo que era inmortal, porque la muerte sólo existe en la mirada del otro.

Alejandro Jodorowski


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viernes, 4 de abril de 2014

Heraclitana



Cuando el río es lento y se cuenta con una buena bicicleta o caballo, sí es posible bañarse dos (y hasta tres, de acuerdo con las necesidades higiénicas de cada quién) veces en el mismo río.

Augusto Monterroso

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miércoles, 5 de marzo de 2014

La extranjera


Se han apoyado en la baranda del faro. Han llegado hasta aquí sin miedo.
Atraídos por el amor al vértigo. Guiados por una flecha insolente de la noche. Ella mira hacia abajo. El mar la deslumbra. Olas hinchadas como venas patean su rabia contra la muralla de rocas. Él le pide: Ámame.
Ella no responde. Es joven y cierra los ojos como si estuviera viviendo muchas muertes. Ella teme saltar. Él le reclama: Bésame. La luz del faro indaga por las cosas perdidas y los encuentra a ellos. Amantes de las sombras son el blanco del silencio. Ella quiere saltar porque en su garganta tiene un nudo de reproches. Como él no pregunta, tampoco ella le responde. Su pasado es un mapa deshecho. Viene de un país hundido. No resulta fácil decir lo que se piensa. Y ella piensa demasiado. Ahora abre los ojos para ver el naufragio de su alma. Él la abraza como si quisiera desnudar su rabia. Ella le pide: Mátame.



Nuria Amat

martes, 18 de febrero de 2014

Una pequeña fábula


¡Ay! -dijo el ratón-. El mundo se hace cada día más pequeño. Al principio era tan grande que le tenía miedo. Corría y corría y por cierto que me alegraba ver esos muros, a diestra y siniestra, en la distancia. Pero esas paredes se estrechan tan rápido que me encuentro en el último cuarto y ahí en el rincón está la trampa sobre la cual debo pasar.
-Todo lo que debes hacer es cambiar de rumbo -dijo el gato... y se lo comió.


Franz Kafka

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miércoles, 12 de febrero de 2014

La creación



La mujer y el hombre soñaban que Dios les estaba soñando. Dios los soñaba mientras cantaba y agitaba sus maracas, envuelto en humo de tabaco, y se sentía feliz y también estremecido por la duda y el misterio.
Los indios makiritare saben que si Dios sueña con comida, fructifica y da de comer. Si Dios sueña con la vida, nace y da nacimiento.
La mujer y el hombre soñaban que en el sueño de Dios aparecía un gran huevo brillante. Dentro del huevo, ellos cantaban y bailaban y armaban mucho alboroto, porque estaban locos de ganas de nacer. Soñaban que en el sueño de Dios la alegría era más fuerte que la duda y el misterio.; y Dios, soñando, los creaba, y cantando decía:
-Rompo este huevo y nace la mujer y nace el hombre. Y juntos vivirán y morirán. Pero nacerán nuevamente. Nacerán y volverán a morir y otra vez nacerán. Y nunca dejarán de nacer, porque la muerte es mentira.


Eduardo Galeno

viernes, 7 de febrero de 2014

Cuento LI


Recibió un caballero por criado, al parecer simple, un mozo llamado Pedro, y por burlarse de él, diole un día dos dineros, y díjole:
-“Ve a la plaza y tráeme un dinero de huevos y otro de ays.”
El pobre mozo, comprado que hubo los huevos, se burlaban y se reían de él, viendo que pedía un dinero de ays.  Conociendo que su amo lo había hecho por burla , puso los huevos en la capilla de la capa, y encima de ellos un manojo de ortigas, y llegando a casa, díjole el amo:
-“Pues, traes recaudo?”
Dijo el mozo:
-“Sí, señor: ponga la mano en la capilla y sáquelo.”
Puesta la mano encontró con las ortigas y dijo:
“Ays”.
Y dijo el mozo:
“Tras eso vienen los huevos, señor”.



Juan de Timoneda