viernes, 26 de noviembre de 2021

La manzana

La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto de caer sobre la cabeza de Newton, Eva toma la mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de gravedad.

Ana María Shua

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viernes, 19 de noviembre de 2021

El bibliófilo

Durante el velorio del decano me dedique a curiosear por sus estanterías. Aquel hombre tenía maravillas, ediciones agotadas y curiosas, libros que jamás poseería. ¿Qué haría la viuda de su biblioteca? Donarla, venderla o tirarla. Seguro. Por eso aguardé al momento preciso para embolsarme un volumen de su valiosa colección de crónicas de Indias. Aquella noche no pude dormir y desperté sudando y sobrecogido. El decano estaba sentado a los pies de mi cama, mirándome con angustia y ferocidad. A primera hora de  la mañana quise ir a su casa para devolver  el libro, pero era el entierro y  no tuve más remedio que enfrentarme con su espectro una noche más. Me desperté cubierto de polvo y tenía los labios azules. Ojeroso, demacrado y lívido, corrí al día siguiente a su vieja casona. La viuda también tenía mala cara, pero cuando le dije que venía a entregarle un libro que su marido me había prestado, una luz de enloquecida maldad reverberó en sus ojeras: “Ese es su problema, joven”. Y me cerró la puerta. Su traje parecía cubierto de polvo y tenía los labios azules.

Fernando Iwasaki

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viernes, 12 de noviembre de 2021

Perplejidad 

La cierva pasta con sus crías. El león se arroja sobre la cierva, que logra huir. El cazador sorprende al león y a la cierva en su carrera y prepara el fusil. Piensa: si mato al ladrón tendré un buen trofeo, pero si mato a la cierva tendré trofeo y podré comerme su exquisita pata a la cazadora.

De golpe, algo ha sobrecogido a la cierva. Piensa: si el león no me alcanza, ¿volverá y se comerá a mis hijos? Precisamente el león está pensando: ¿Para qué me canso con la madre cuando, sin ningún esfuerzo, podría comerme a las crías?

Cierva, león y cazador se han detenido simultáneamente. Desconcertados, se miran. No saben que, por unan coincidencia sumamente improbable, participan de un instante de perplejidad universal. Peces suspendidos a media agua, aves quietas como colgadas del cielo, todo ser animado que habita sobre la tierra duda sin atinar a hacer un movimiento.

Es el único, brevísimo hueco que se ha producido en la historia del mundo. Con el disparo del cazador se reanuda la vida.

Raúl Brasca

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sábado, 6 de noviembre de 2021

Instrucciones para cantar

Empiece por romper los espejos de su casa, deje caer los brazos, mire vagamente la pared, olvídese. Cante una sola nota, escuche por dentro. Si oye (pero esto ocurrirá mucho después) algo como un paisaje sumido en el miedo, con hogueras entre las piedras, con siluetas semidesnudas en cuclillas, creo que estará bien encaminado, y lo mismo si oye un río por donde bajan barcas pintadas de amarillo y negro, si oye un sabor de pan, un tacto de dedos, una sombra de caballo.

Después compre solfeos y un frac, y por favor no cante por la nariz y deje en paz a Schumann.

Julio Cortázar

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sábado, 30 de octubre de 2021

La partida

Ordené que trajeran mi caballo al establo. El sirviente no entendió mis órdenes. Así que fui al establo yo mismo, le puse silla a mi caballo y lo monté. A la distancia escuché el sonido de una trompeta y le pregunté al sirviente qué significaba. Él no sabía nada ni escuchó nada. En el portal me detuvo y preguntó:

-¿Adónde va el patrón?

-No lo sé –le dije- simplemente fuera de aquí. Fuera de aquí, nada más, es la única manera en que puedo alcanzar mi meta.

-¿Así que usted conoce su meta? –preguntó.

-Sí –repliqué- te lo acabo de decir. Fuera de aquí, esa es mi meta

Franz Kafka

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domingo, 24 de octubre de 2021

El libro prohibido

En una librería electrónica encontré una sección esotérica que llamó mi atención, pues no sólo tenían la primera edición del Diccionario infernal del padre Collin de Plancyo  el  Malleus Maleficarum con prólogo de Lord Byron, sino el apócrifo y terrible Necronomicón del árabe loco Abdul Al-Hazred. Pensando que sería una antología de historias góticas lo encargué más por romanticismo que por interés. A los tres días me lo llevó a casa un hombre alto y borroso que parecía vendedor de biblias. Se trataba de un volumen en octavo y encuadernado en una tela que recordaba a las arañas. Lo encontré algo ajado, descolorido en las cubiertas y torturado por los nervios, pero era la edición valenciana de 1610. Un sello de agua indicaba que el ejemplar había pertenecido a la Biblioteca Nacional De Buenos Aires. “La crisis” –pensé- y me dispuse a disfrutar de mi tesoro. El libro era una maldición y una blasfemia, pues contenía todas las aberraciones posibles de nuestro tiempo y el anterior. Leí las revelaciones de la Clavícula de Salomón, los hechizos del Kitab-al-Uhud y las profecías del pairo de Layden. Conocí la genealogía atroz de los primigenios: Azathot, Cthulhu, Nyarlathotep y Yog-Sothoth. Descubrí razas malditas que habitan en las profundidades marinas, que supuran en las esquinas sucias de nuestras casa y que aguardan una señal de guerra en el abismo de los espejos. Pero lo peor era el libro en sí: no tenía fin, no tenía comienzo, la numeración era delirante y las páginas que pasaba no volvían a aparecer. Después de varios días de insomnio encontré unos folios garrapateados con letra menuda y temblorosa. Era un índice alfabético de las miles de ilustraciones de aquel libro infinito, acaso abandonado por algún lector enloquecido y aterrorizado.Hice una hoguera en el jardín y arrojé esa monstruosidad a las llamas. Lleva meses ardiendo. Quizás sea la señal que espera Yog-Sot-hot

Fernando Iwasaki


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domingo, 17 de octubre de 2021

Un sueño

En un desierto lugar del Irán hay una no muy alta torre de piedra, sin puerta ni ventana. En la única habitación (Cuyo piso es de tierra y que tiene la forma del círculo) hay una mesa de madera y un banco. En esa celda circular, un hombre que se parece a mí escribe en caracteres que no comprendo un largo poema sobre un hombre que en otra celda circular escribe un poema sobre un hombre que en otra celda circular… El proceso no tiene fin y nadie podrá jamás leer lo que los prisioneros escriben.

Jorge Luis Borges

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