Cambio de rumbo
No dijo
nada cuando le dieron el bolso equivocado en la peluquería. Miró su nuevo
carnet, se dirigió a su nueva casa y, con su nueva llave, entró en una vida distinta.
Ángeles
Jurado Quintana
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Cómo
acercarse a las fábulas
Con precaución, como a cualquier cosa pequeña. Pero sin miedo. Finalmente se
descubrirá que ninguna fábula es dañina, cuando alcanza verse en ella alguna
enseñanza. Eso es malo.
Si no fuera
malo, el mundo se regiría por las fábulas de Esopo; pero en tal caso
desparecería todo lo que hace interesante el mundo, como los ricos, los
prejuicios sociales, el color de la ropa interior y la guerra; y el mundo sería
entonces muy aburrido, prque no habría heridos para las sillas de ruedas, ni
pobres a quienes ayudar, ni negros para trabajar en los muelles, ni gente
bonita para la revista Bogue.
Así, lo
mejor es acercarse a las fábulas buscando de qué reír.
-Eso es. He
ahí un libro de fábulas. Corre a coprarlo. No, mejor te lo regalo; verás, yo
nunca me había reído tanto.
Augusto
Monterroso
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Las ciudades y el deseo
Al cabo de tres
jornadas, andando hacia el sur, el hombre se encuentra en Anastasia, ciudad
bañada por canales concéntricos y en cuyo cielo planean cometas. Debería ahora
enumerar las mercancías que se compran a buen precio: ágata, ónice, crisopacio
y otras variedades de calcedonia; alabar la carne del faisán dorado que se asa
sobre la leña del cerezo estacionada, y espolvoreada con mucho orégano; hablar de
las mujeres que he visto bañarse en el estanque de un jardín y que a veces -así
cuentan- invitan al viajero a desvestirse con ellas y a perseguirlas en el agua.
Pero con estas noticias no te diré la verdadera esencia de la ciudad: porque mientras
la descripción de Anastasia no hace sino despertar los deseos , uno tras otro,
para obligarte a ahogarlos, a quien se encuentra una mañana en medio de Anastasia
los deseos se le despiertan todos juntos y le rodean. La ciudad se te apetece como
un todo en el que ningún deseo se pierde y del que tu formas parte, y como ella
goza de todo lo que tú no gozas, no te queda sino habitar ese deseo y
contentarte. Tal poder, que a veces dicen maligno, tiene Anastasia, ciudad engañosa:
si durante ocho horas al día trabajas tallando ágatas ónices, crisopacios, tu afán que da forma al deseo toma
del deseo su forma y crees que gozas de toda Anastasia cuando sólo eres su esclavo.
Italo Calvino
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Dreamtigers
En la infancia yo ejercí con fervor la adoración del tigre: no el tigre overo de los camalotes de Paraná y de la confusión amazónica, sino el tigre rayado, asiático, real, que sólo pueden afrontar los hombres de guerra, sobre un castillo encima de un elefante. Yo solía demorarme sin fin ante una de las jaulas del Zoológico; yo apreciaba las vastas enciclopedias y los libros de historia natural, por el esplendor de sus tigres. (Todavía me acuerdo de esas figuras: yo que no puedo recordar sin error la frente o la sonrisa de una mujer.) Pasó la infancia, caducaron los tigres y su pasión, pero todavía están en mis sueños. En esa napa sumergida o caótica siguen prevaleciendo y así: Dormido, me distrae un sueño cualquiera y de pronto sé que es un sueño. Suelo pensar entonces: Éste es un sueño, una pura invención de mi voluntad, y ya que tengo un ilimitado poder, voy a causar un tigre. ¡Oh, incompetencia! Nunca mis sueños saben engendrar la apetecida fiera. Aparece el tigre, eso sí, pero disecado o endeble, o con impuras variaciones de forma, o de un tamaño inadmisible, o harto fugaz, o tirando a perro o a pájaro.
Jorge Luis Borges
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La salvación
Esta es una
historia de tiempos y de reinos pretéritos. El escultor paseaba con el tirano por
los jardines de palacio. Más allá del laberinto para los extranjeros ilustres,
en el extremo de la alameda de los filósofos decapitados, el escultor presentó
su última obra: una náyade que era una fuente. Mientras abundaba en explicaciones
técnicas y disfrutaba de la embriaguez del triunfo, el artista advirtió en el
hermoso rostro de su protector una sombra amenazadora. Comprendió la causa.
“¿Cómo un ser tan ínfimo? -sin duda estaba pensando el tirano- es capaz de lo que yo, pastor de pueblos, soy
incapaz?” Entonces un pájaro, que bebía en la fuente huyó alborozado por el
aire y el escultor discurrió la idea que lo salvaría. “Por humildes que sen -dijo
indicando al pájaro- hay que reconocer que vuelan mejor que nosotros.”
Adolfo Bioy
Casares
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