lunes, 30 de septiembre de 2024

La rana que querría  ser una rana auténtica

Había una vez una fana que quería ser una rana auténtica, y todos lo días se esforzaba en ello.

Al principio se compró  un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla  y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó  de esto y guardó el espejo en un baúl.

Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando  no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban  y reconocían que era una rana auténtica.

Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía  que todos la aplaudían.

Y así siguió haciendo esfuerzas hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.

Augusto Monterroso

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sábado, 21 de septiembre de 2024

Las focas

Difícilmente erguida en su blancura musculosa, una levanta el puro torso desnudo. Otra reposa al sol en odre lleno de agua pesada. Las demás circulan por el estanque, apareciendo y desapareciendo, rodando en el oleaje que sus evoluciones promueven.

He visto el quehacer incesante de las focas. He oído sus gritos de júbilo, sus risotadas procaces, sus falsos llamados de náufrago. Una gota de agua me salpica la boca.

Veloces lanzaderas, las focas tejen y destejen la tela interminable de sus juegos eróticos. Se abrazan sin brazos y resbalan de una en otra improvisando sus rondas ad líbitum. Baten el agua con duras palmadas, se aplauden ellas mismas en ovaciones viscosas. La alberca parece de gelatina. El agua está llena de labios y de lenguas y las focas entran y salen relamiéndose.

Como la gota microscópica, las focas se deslizan por las frescas entrañas del agua virgen con movimiento flagelo de zoospermos, y las mujeres y los niños miran inocentes la pantomima genética.

Perros mutilados, palomas desaladas. Pesados lingotes de goma que nadan y galopan con difíciles ambulacros. Meros objetos sexuales. Microbios gigantescos. Criaturas de vida infusa en un barro de forma primaria, con probabilidades de pez, de reptil, de ave y de cuadrúpedo. En todo caso, las focas me parecieron grises y manoseados jabones de olor intenso y repulsivo.

¿pero qué decir de las hembras amaestradas, de las focas de circo que sostienen una esfera de cristal en la punta de la nariz, que dan saltos de caballo sobre el tablero de ajedrez, o que soplan por una hilera de flautas los primeros compases de la Pasión según San Mateo?

Juan José Arreola

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domingo, 15 de septiembre de 2024

La mosca que soñaba ser un águila

Había una vez una mosca que todas las noches soñaba que era n Águila y que se encontraba volando por los Alpes y por los Andes.

En los primeros momentos esto la volvía loca de felicidad; pero pasado un tiempo le causaba una sensación de angustia, pues hallaba las alas demasiado grandes, el cuerpo demasiado pesado, el pico demasiado duro y las garras demasiado fuertes; bueno, que todo ese gran aparato le impedía posarse a gusto sobre los ricos pasteles o sobre la inmundicia humana, así como sufrir a conciencia dándose topes contra los vidrios del cuarto.

En realidad, no quería andar en las grandes alturas o en los espacios libres, ni mucho menos.

Pro cuando volvía en sí, lamentaba con toda el alma no ser un águila para remontar montañas. Y se sentía tristísima de ser una mosca, por eso volaba tanto, y estaba tan inquieta, y daba tatas vueltas, hasta que lentamente, por la noche, volvía aponer las sienes en la almohada.

Augusto Monterroso

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martes, 10 de septiembre de 2024

Euclideana

En una ciudad actual la distancia más corta entre dos untos no es la recta: es el zigzag que nos evita los semáforos.

René Avilés Fabila

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lunes, 2 de septiembre de 2024

Ocuparse

“Ocúpate de la política, si no quieres que la política se ocupe de ti”, me dijo. Me afilió a su partido y me llevó a hacer número en sus metings. Ganó las elecciones y se volvió difícil de encontrar. Firmó un decreto por el cual la fábrica en que yo trabajaba cerró sus puertas. Me echaron del zulo que alquilaba por falta de pago. Él tuvo más suerte y se compró una casa espaciosa junto al mar, rodeada de una muralla muy alta. Muy alta pero no tato como para impedirle a uno treparse si se provee de una buena escalera.

Lo tengo n la mira

Fabián Vique

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martes, 27 de agosto de 2024

Cérvidos

Fuera del espacio y del tiempo, los ciervos discurren con veloz lentitud y nadie sabe dónde se ubican mejor, si en la inmovilidad o en el movimiento que ellos cambian den tal modo que nos vemos obligados a situarlos en lo eterno.

Inertes o dinámicos, modifican continuamente el ámbito natural y perfeccionan nuestras ideas acerca del tiempo, el espacio y la translación de los móviles. Hechos a propósito para solventar la antigua paradoja, son a un tiempo Aquiles y la tortuga, el arco y la flecha: corren sin alcanzarse, se paran y algo queda siempre de ellos galopando.

El ciervo, que no puede estarse quieto, avanza como una aparición, ya sea entre los árboles reales o desde un boscaje de leyenda: Venado de san Huberto que lleva una cruz entre los cuernos o cierva que amamanta a Genoveva de  Brabante. Donde quiera que se encuentre, el macho y la hembra componen la misma pareja fabulosa.

Pieza venatoria por excelencia, todos tenemos la intención de cobrarla, aunque sea con la mirada. Y si Juan de Yepes nos dice que fue tan alto que le dio a la caza alcance, no se está refiriendo a la paloma terrenal sino al ciervo profundo, inalcanzable y volador.

Juan José Arreola

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martes, 20 de agosto de 2024

Lotiforme

Mi diccionario y yo estamos enamorados. Mi amores razonable, pero el suyo es brutal y arbitrario. A cualquier hora abre sus piernas y me obliga a sacarle la palabra. A veces las palabras son preciosas y yo compongo poemas ligeros y dulces. Pero a veces usa términos absurdos, y me veo obligado a decir frases como '¿lotiforme?, no se puede hacer nada con esa palabra, '¿qué pretendes de mí, no soy mago'. Entonces llora y se desdibuja, y las palabras empiezan a escurrírsele, a chorrear por las patas de la mesa. En ese momento debo acariciarlo y escribir cualquier cosa, y todo vuelve a la normalidad.

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