domingo, 23 de noviembre de 2025

Adiós, Penélope

No es cierto que Ulises terminara sus días al calor de Penélope. De regreso al hogar, las aves le contaron que la paciente Penélope le había sido fiel durante veinte año  y que había rechazado a numerosos pretendientes mientras tejía su moroso tapiz. Y Ulises, empujado por sus complejos de inferioridad, sintió miedo de no estar a la altura moral de su amada. Así pues, a punto de arribar a las costas de Ítaca, decidió dar media vuelta y volver a los brazos de la ninfa Calipso a sabiendas de que el bueno de Homero ya arreglaría el asunto.

Francisco Rodríguez Criado

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domingo, 16 de noviembre de 2025

El harén de un tímido

Como temía decirles que no, opté por conservar a todas las mujeres que he amado.

René Avilés Fabila

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lunes, 10 de noviembre de 2025


El descubrimiento

Jugaba a expedicionario entre las desordenadas baldas de la estantería, cuando captó mi atención un ejemplar de mayor grosor que los demás. No fui del todo consciente, pero mis manos se lanzaron al instante hacia él para acariciarlo. Casi sin darme cuenta ya lo tenía atrapado entre mis dedos. Visiblemente deteriorado, rugoso al tacto, aquel libro desprendía un olor profundo a humedad, a recuerdos, al paso inexorable de los siglos. No resultaba agradable, pero sí extrañamente magnético. Tan solo le faltaba hablar.

Con agobiante curiosidad comencé a devorar aquellas páginas de filo amarillento, sin orden establecido. Todas las enseñanzas de la humanidad parecían morar en él. Su volumen parecía doblarse o triplicarse cada vez que mojaba mi pulgar derecho en la saliva. Con su peso nacía un tenue hormigueo sobre mis brazos. Cada una de sus hojas, raídas y acartonadas, era una inmensa puerta abierta al saber universal. Cada ilustración, un colorido fresco renacentista de Masaccio o Botticelli, altavoz y testigo de todos los grandes genios que existieran o estuvieran por existir. La diminuta paginación, allá en la recóndita esquina, simulaba un calendario donde marcaba mis progresos en la evaluación del saber. Una leve cinta rojiza actuaba como ínfimo ropaje para sus costuras, desgastadas y eternas. ¿Y qué podrían ser esas tapas, sino plomizas losas que aprisionan esta ingente colección de tesoros? Losas sin cerradura, pues para vencerlas no existía más llave que la voluntad del conocimiento.

Embelesado con la sabiduría que encerraba aquella magna obra, no tuve tiempo siquiera de reparar en su título. Lo volteé para ver su cubierta, y noté que aquel nombre me era extrañamente familiar. ¡Cuán largo tiempo sin vernos las caras, mi querido y olvidado diccionario!

José María Ávila Román

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martes, 4 de noviembre de 2025

Casus conscientiae

Tu sangre derramada está clamando venganza. Pero en mi desierto ya no caben espejismos, Soy un alienado. Todo lo que me acontece ahora en la vigilia y en el sueño se disuelve y cambia de aspecto bajo la luz ambigua que esparce la lámpara en el gabinete del psicoanalista.

Yo soy el verdadero asesino. El otro ya está en la cárcel y disfruta todos los honores de la justicia mientras yo naufrago en libertad.

Para consolarme, en analista me cuenta viejas historias de errores judiciales. Por ejemplo, la de que Caín es culpable. Abel murió abrumado por su complejo edípico y el supuesto homicida asumió la quijada de burro con estas enigmáticas palabras: “¿Acaso soy yo el superego de mi hermano?” Así justifico un drama primitivo de celos familiares, lleno de reminiscencias infantiles, que la Biblia encubre  con el simple propósito de ejercitar la perspicacia de los exploradores del inconsciente. Para ellos, todos somos Abeles y Caines que en alguna forma intercambian y enmascaran su culpa.

Pero yo no me doy por vencido. No puedo expiar mi pecado de omisión y llevo este remordimiento agudo y limpio como una hoja de puñal: me fue trasmitido literalmente, de generación en generación, el instrumento del crimen. Y no he sido yo quien derramó tu sangre.

Juan José Arreola

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martes, 28 de octubre de 2025

 Préstamo bancario

Raúl Fonseca Vera se pone su traje más apreciado. Quiere dejar la mejor impresión en el Banco para tramitar el préstamo hipotecario que necesita para comprar al fin su casa, su propia casa. Antes de salir se mira en el espejo y se ajusta la corbata. Sonríe satisfecho. Su mujer le acompaña hasta la puerta, lo abraza y le desea buena suerte. Han esperado por mucho tiempo esta oportunidad. Camina sin prisa, n quiere mostrarse nervioso, excitado. El día de sol veraniego le hace sentirse optimista. Repasa mentalmente lo que les dirá a los ejecutivos del Banco para convencerles de que su petición está bien respaldada. Al llegar, se dirige a uno de los funcionarios que pareciera ser el indicado para su trámite. Le expone con calma su requerimiento y sus razones. Este le escucha con atención. Espera unos instantes, luego completa varios formularios y estampa su pulgar derecho en otros tantos papeles.

-Ya vuelvo -le die el agente – Tenga paciencia.

Cuando regresa le muestra una carpeta con diversos documentos.

-Lo sentimos -le dice-, no podemos cursar su solicitud. En todos sus antecedentes figura como ya fallecido.

El hombre, desconcertado, va hacia la salida y se acerca a una mujer sentada en actitud de resignación.

-¿Usted, también está muerta?

La mujer se encoge de hombros y asiente en silencio.

Manuel Pastrana Lozano

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miércoles, 22 de octubre de 2025

Preocupación

-No se preocupe. Todo saldrá bien –dijo el verdugo.

-Eso es lo que me preocupa –respondió el condenado a muerte.

Orlando Enrique Van Bredam

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jueves, 16 de octubre de 2025

El prosista irreprochable

Nunca puso un adjetivo de más. No cayó en el psicologismo ni en el panfleto. No cultivó la literatura pasatista pero tampoco militó en el experimentalismo. No fue solemne ni cursi ni pretencioso ni meramente sarcástico. Jamás escribió una línea.

Fabián Vique

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