martes, 4 de noviembre de 2025

Casus conscientiae

Tu sangre derramada está clamando venganza. Pero en mi desierto ya no caben espejismos, Soy un alienado. Todo lo que me acontece ahora en la vigilia y en el sueño se disuelve y cambia de aspecto bajo la luz ambigua que esparce la lámpara en el gabinete del psicoanalista.

Yo soy el verdadero asesino. El otro ya está en la cárcel y disfruta todos los honores de la justicia mientras yo naufrago en libertad.

Para consolarme, en analista me cuenta viejas historias de errores judiciales. Por ejemplo, la de que Caín es culpable. Abel murió abrumado por su complejo edípico y el supuesto homicida asumió la quijada de burro con estas enigmáticas palabras: “¿Acaso soy yo el superego de mi hermano?” Así justifico un drama primitivo de celos familiares, lleno de reminiscencias infantiles, que la Biblia encubre  con el simple propósito de ejercitar la perspicacia de los exploradores del inconsciente. Para ellos, todos somos Abeles y Caines que en alguna forma intercambian y enmascaran su culpa.

Pero yo no me doy por vencido. No puedo expiar mi pecado de omisión y llevo este remordimiento agudo y limpio como una hoja de puñal: me fue trasmitido literalmente, de generación en generación, el instrumento del crimen. Y no he sido yo quien derramó tu sangre.

Juan José Arreola

Imagen:https://www.blogger.com/

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