miércoles, 1 de febrero de 2012

Presagio



Conozco a un cirujano que se llama Rogelio.
Cuando se apareja el tedioso babero verde, parece una ranita de San Antonio.
María, la enfermera de ojos achinados le recibe así: “buenos días, doctor”. Y le despide así: “Adiós, doctor”. Pero el doctor Rogelio, cirujano y especialista en trepanación…es pequeño.

Trepanar –el estómago me respinga- , no he visto trepanar. Mucho menos me atrevería a hacerlo: necesitaría ser doctor y no quiero serlo; tendría que aparejarme ese verde delantal y me es tedioso; además, para ser cirujano, especialista en trepanación, dicen que hay que ser pequeño y por ahí no paso.

¿Sabes qué pienso?

No me extrañaría nada que un día María, la enfermera de ojos achinados, trepanara la cabeza del doctor Rogelio: “buenos días doctor”. Después el berbiquí ese daría vueltas y más vueltas, multiplicadas por muchas más, hasta que la punta asomara por la boca del doctor. María entonces, abriría la suya para decir…”adiós, pequeñajo, el quirófano para mí”.

Félix

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