Última
soledad
Extrañados los suyos, la miraron y ella no los vio, pues en sus
ojos sólo había un mar de miedo. Esa mañana amaneció muy lentamente, mas ya no
tuvo tiempo de encontrar la salida de la noche. Distinta y fría, quedó en la
última acera, mientras un fuego de estrellas recorría sus venas
Félix
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