martes, 30 de octubre de 2018


La gran dolorosa del mar

Me ofrecieron la casa con tantas facilidades, sin apenas discutir la renta, que me fue dado sospechar algún enredo en el lugar o en el contrato.
La casa lindaba con una playa de infinita arena. El mar parecía una lejana imposibilidad, una promesa inalcanzable. Por lo demás, todo era silencio.
Sin embargo, el primer día ya supe de la mujer. Los días sucesivos me acostumbraría a su historia insólita.
La veía correr por la playa. Vestida de negro era la Gran Dolorosa del Mar. Huía incansablemente, como tantos mitos de crónicas que confunden la realidad con el sueño. Lo más curioso fue descubrir cómo las gaviotas la perseguían con una ferocidad impropia de su especie.
También la tarde que abandoné la casa, la mujer seguía huyendo.

Rafael Pérez Estrada

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