Enemistados VI
Por ver si se quedaba mareado, le invité
a un mojito en el bar de la esquina, allí donde me siento para verle pasar.
Parsimonioso, el Tiempo tomó el vaso y se bebió el mojito con placer no
fingido.
-¿Puedo tomarme otro? –me dijo con
ojillos retozones- ¿Querías verme ebrio? Pues ya ves que esta sutil melopea no
me impedirá seguir pasando. Puedes invitarme
cuando quieras.
El tiempo siguió pasando, volvió a lo
suyo; y yo, resignado, volví a mi silla de anea.
Félix
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