La pasión del híbrido
Su madre había sido una
cebra, y él hacía todo lo posible por disimularlo. Generalmente se colaba allí
donde la luz juega a hacer paralelas con las sombras. También, como conviene a
los híbridos de cebra y hombre, sus trajes eran rayados, y sus palabras. A
veces, si nadie lo veía, retozaba en el parque, Le gustaba sentir la proximidad
de la hierba, la humedad siempre amanecida de los pastos. Y cuando llegaban las
amables muchachas que suelen tener los días felices, también él las miraba con
codicia. Alguna vez -decía- tendré una muchacha para mí solo. Pero, al decirlo,
pensaba en la grácil armonía de las cebras y, confuso, se sentía feliz.
Rafael Pérez Estrada
Imagen:https://www.google.com
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