Preferencia de la sirena
Despertó en la playa,
complacida por la ausencia de su cola: la sustituían dos largas y broncíneas
piernas. Aún desnuda, corrió hacia el puerto para encontrar al marinero amado.
Durante la búsqueda entró a la taberna y los hombres, incrédulos, se lanzaron
sobre ella para manosearla. Un joven de brazos fuertes, enamorado a primera
vista, repartió golpes entre sus adversarios y se la llevó al hostal.
Meciéndose en la hamaca ella le preguntó acerca de ese marinero por el que
tanto rogó a Poseidón que la dotara de piernas. El joven, mostrándole su
cuchillo, confesó que había muerto la noche anterior, que él mismo lo mató en
defensa del honor de su hermana más pequeña.
-Quédate conmigo –suplicó-, también
soy hombre de mar: si quieres mañana te compro unas aletas y un esnórquel para
que me acompañes a sacar perlas. Verás qué hermoso es el océano.
Ella, entonces, soltó una gota
salada de resignación, encendió su primer cigarrillo y se dirigió a la taberna.
Will Rodríguez
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