miércoles, 26 de enero de 2022

La casa de muñecas

La compré en una tienda de antigüedades porque me fascinó su desmesurada ambición por la miniatura. Cada habitación era de una riqueza maniática, pues en los baños se veían los tubos abiertos de pasta de dientes, sobre las mesas se deshojaban cuadernos garabateados con letras minúsculas y en la cocina distinguí una alacena colmada de botes y conservas con etiquetas miniadas por una artista demente. Pero lo más asombroso fu descubrir  otra casa de muñecas dentro de la caja de muñecas, minuciosamente decorada como una pesadilla. Lo único que me chocaba era la infinita tristeza de las figuras que la habitaban. Me la llevé a casa y la instalé en mi dormitorio, sobre la mesa de caoba maciza. Aquella noche me despertó un luz asmática y di un salto tremendo cuando advertí que el resplandor provenía de la casa de muñecas. Corrí hasta la mesa de caoba y contemplé aterrado cómo brillaba el interior de la diminuta casa de muñecas que estaba dentro de la casa de muñecas, mientras todas la figuras de la casa corrían hacia la habitación maldita. No me di cuenta cuándo entraron en mi cuarto. La policía ha levantado el cadáver y busca en vano pistas por el suelo. Sin embargo, nadie ha reparado en la nueva habitación de la casa de muñecas. La figura no me hace justicia, pero la mesa de caoba es igualita.

Fernando Iwasaki

Imagen:https://www.google.com/

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