La casa de muñecas
La compré en una tienda de
antigüedades porque me fascinó su desmesurada ambición por la miniatura. Cada
habitación era de una riqueza maniática, pues en los baños se veían los tubos
abiertos de pasta de dientes, sobre las mesas se deshojaban cuadernos
garabateados con letras minúsculas y en la cocina distinguí una alacena colmada
de botes y conservas con etiquetas miniadas por una artista demente. Pero lo
más asombroso fu descubrir otra casa de
muñecas dentro de la caja de muñecas, minuciosamente decorada como una
pesadilla. Lo único que me chocaba era la infinita tristeza de las figuras que
la habitaban. Me la llevé a casa y la instalé en mi dormitorio, sobre la mesa
de caoba maciza. Aquella noche me despertó un luz asmática y di un salto
tremendo cuando advertí que el resplandor provenía de la casa de muñecas. Corrí
hasta la mesa de caoba y contemplé aterrado cómo brillaba el interior de la
diminuta casa de muñecas que estaba dentro de la casa de muñecas, mientras
todas la figuras de la casa corrían hacia la habitación maldita. No me di cuenta
cuándo entraron en mi cuarto. La policía ha levantado el cadáver y busca en
vano pistas por el suelo. Sin embargo, nadie ha reparado en la nueva habitación
de la casa de muñecas. La figura no me hace justicia, pero la mesa de caoba es
igualita.
Fernando Iwasaki
Imagen:https://www.google.com/
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