Conjuros en voz alta
Prepara al amante y lo extiende como
otra sábana más para acogerla. Desnuda ya, toma el libro y en voz alta desgrana
uno a uno los poemas. Las letras le alertan la piel hasta que los pezones se le
encabritan.
Se anexan los cuerpos y el sudor y los
jadeos y él, trémulo, cree entrar en ella, pero son las palabras las que la
convulsan y la estallan.
Ella abre la boca, vampiresca, para el
beso feroz y final
Él aún no lo sabe, pero desde ahora
jamás comprenderá tanto desgarro habitándolo, cuando cabalgue otros cuerpos
intentando repetirla.
Es que ella es portadora y lo ha contagiado: jamás podrá curarse del virus de la poesía.
Pía Barros
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