Aves acuáticas
Por el agua y en la orilla, las aves
acuáticas pasean; mujeres tontas que llevan con arrogancia unos ridículos
atavíos. Aquí todos pertenecen al gran mundo, con zancos o sin ellos, y todos
llevan guantes en las patas.
El pato golondrino, el cucharón y el
tepalcate lucen en las plumas un esplendor de bisutería. El rojo escarlata, el
azul turquesa, el armiño y el oro se prodigan en juegos de tornasol. Hay quien
los lleva todos juntos en la ropa y no es más que una gallareta banal, un
broceado corvejón que se nutre de pequeñas putrefacciones y que traduce en gala
sus pesquisas de aficionado al pantano.
Pueblo multicolor y palabrero donde
todos graznan y nadie se entiende. He visto al gran pelicano disputando con el
ansarón una brizna de paja. He oído a las gansas discutir interminablemente
acerca de nada, mientras los huevos ruedan sobre el suelo y se pudren bajo el
sol, sin que nadie se tome el trabajo de empollarlos. Hembras y machos vienen y
van por el salón, apostando a quién lo cruza con más contoneo. Interminables a
más no poder, ignoran la realidad del agua en que viven.
Los cisnes atraviesan el estanque con
vulgaridad fastuosa de frases hechas, aludiendo a nocturno y a plenilunio bajo
el sol del mediodía. Y el cuello metafórico va repitiendo siempre el mismo
plástico estribillo… Por lo menos hay uno negro que se distingue; flota garete
junto a la orilla, llevando en una cesta de plumas la serpiente de su cuello dormido.
Entre toda esta gente, salvemos a la garza, que nos acostumbra a la idea de que sólo sumerge en el lodo una pata, alzada con esfuerzo de palafito ejemplar. Y que a veces se arrebuja y duerme bajo el abrigo de sus plumas ligeras, pintadas una a una por el japonés minucioso y amante de los detalles. A la garza que no cae en la tentación del cielo inferior, donde le espera un lecho de arcilla y podredumbre.
Juan José Arreola
Imagen:https://www.blogger.com/
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