viernes, 11 de octubre de 2024

Cobarde

Durante una década su día a día consistió en torturar a presos políticos, sospechosos de terrorismo y contrarios al régimen para el cual él trabajaba. Le apodaban El Arcángel” y tenía entonces el grado de capitán. Cuando cayó la dictadura, se retiró como teniente coronel, pero nunca se logró precisar su culpa; tampoco la cantidad de sus víctimas, ni los nombres de los muertos que dejó tirados en los calabozos y zanjas. Las mujeres que violó en sucias barracas y los hombres a quienes sacó uñas y ojos quedaron borrados en expedientes judiciales que nunca se desempolvaron.

En 1992 el torturador se fue a vivir a un pueblo perdido del norte del país, donde cobraba mes a mes su pensión en el único cajero instalado a la vera de una estación de combustible. Un día extravió su tarjeta del cajero automático y debió acudir hasta la ventanilla del banco, de la ciudad más próxima, para solicitar una nueva. El empleado que trabajaba sobre una silla de ruedas lo reconoció en el acto: Era El Arcángel.

Cuando lo capturaron y lo llevaron al desierto para matarlo y borrar su  nombre de la faz de la tierra, fue incapaz de morir sin suplicar.

Ernesto Bustos Garrido

Imagen:https://www.blogger.com/

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