viernes, 8 de enero de 2021

El tamaño importa

En 1832 llegó a México, con un circo, el primer elefante que pisó tierras aztecas. Se llamaba Mogul. Después de su muerte, su carne fue vendida a elaboradores de antojitos y su esqueleto fue exhibido como si hubiese pertenecido a un animal prehistórico. El circo tenía también un pequeño dinosaurio, no más grande que una iguana, pero no llamaba la atención más que por su habilidad para bailar habaneras. Murió en uno de los penosos viajes de pueblo en pueblo, fue enterrado al costado del camino, sin una piedra que señalara su tumba, y nada sabríamos de él si no lo hubiera soñado Monterroso.

Ana María Shua

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sábado, 2 de enero de 2021

Animus, finibus

En la biblioteca de Wurzburg monseñor Scheps halló en 1885 los manuscritos de Prisciliano, obispo de Ávila y quemado en la hoguera por hereje.

Prisciliano sostenía que Satanás –humillado por Dios- decidió crear una nueva raza a su imagen y semejanza. Un mundo que fuera en sí  mismo una blasfemia, un remedo obsceno de la obra divina. Para salvar a esa estirpe maldita Dios envió a su Hijo, quien murió en vano por los pecados de una raza condenada. Prisciliano fue ejecutado en Treveris en el 385 después de Cristo. Lo teólogos que le condenaron enloquecieron. Mil quinientos años más tarde, monseñor Schepes se suicidó en los jardines de la Biblioteca de Wurzburg

Fernando Iwasaki

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lunes, 28 de diciembre de 2020

 Llamada

El último hombre sobre la tierra está sentado a solas en una habitación. Llaman a la puerta.

Fredric Brown

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martes, 22 de diciembre de 2020

La puerta

A Carlos, que después de esta historia, ya en plena democracia, volvió a prisión por el delito de ser periodista.

En una barraca, por pura casualidad, Carlos Fasano encontró la puerta de la celda donde había estado preso. Durante la dictadura militar uruguaya, él había pasado seis años conversando con un ratón y con esa puerta de la celda número 282. El ratón se escabullía y volvía cuando quería, pero la puerta estaba siempre. Carlos la conocía mejor que la espalda de su mano. No bien la vio, reconoció los tajos que él había cavado con la cuchara, y las manchas, las viejas manchas de la madera, que eran los mapas de los países secretos donde él había viajado a lo largo de cada día de encierro.

Esa puerta y las puertas de todas las otras celdas fueron a parar a la barraca que las compró, cuando la cárcel se convirtió en shopping center. El centro de reclusión pasó a ser un centro de consumo y ya sus prisiones no encerraban gente, sino trajes de Armani, perfumes de Dior y videos de Panasonic. Cuando Carlos descubrió su puerta, decidió quedársela. Pero las puertas de las celdas se habían puesto de moda en Punta del Este, y el dueño de la barraca exigió un precio imposible. Carlos regateó y regateó hasta que por fin, con la ayuda de algunos amigos, pudo pagarla. Y con la ayuda de otros amigos, pudo llevarla: más de un músculo fue necesario para acarrear aquella mole de madera y hierro, invulnerable a los años y a las fugas, hasta la casa de Carlos, en las quebradas de Cuchilla Pereira.

Allí se alza, ahora, la puerta. Está clavada en lo alto de una loma verde, rodeada de verderías, de cara al sol. Cada mañana el sol ilumina la puerta, y en la puerta el cartel que dice: Prohibido cerrar.

Eduardo Galeano

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martes, 15 de diciembre de 2020

El gesto de la muerte

Un joven jardinero persa dice a su príncipe:

-¡Sálvame! Encontré a la muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta noche, por milagro, quisiera estar en Ispahan. El bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde el príncipe encuentra a la muerte y le pregunta:

-Esta mañana, ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza”

-No fue un gesto de amenaza – le responde- sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía lejos de Ispahan esta mañana y debo tomarlo esta noche en Ispahan.

Jean Costeau

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miércoles, 9 de diciembre de 2020

El misántropo

Al misántropo empedernido se le ocurrió asomarse a la ventana y vio con satisfacción que las calles estaban vacías. ¡No es posible!, se dijo. Por tres días seguidos comprobó la nueva realidad. Eufórico pensó: ¡La calle es mía!, e inmediatamente adoptó por internet un perro callejero.

Félix

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viernes, 4 de diciembre de 2020

Preocupación

-No se preocupe. Todo saldrá bien -dijo el verdugo.

-Eso es lo que me preocupa -respondió el condenado a muerte.

Orlando Enrique Van Bredam

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