viernes, 13 de septiembre de 2013

Cuento de horror


La mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones.
Juan José Arreola

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viernes, 30 de agosto de 2013

MÚSICA


Las dos hijas del Gran Compositor -seis y siete años- estaban acostumbradas al silencio. En la casa no debía oírse ni un ruido, porque papá trabajaba. Andaban de puntillas, en zapatillas, y sólo a ráfagas, el silencio se rompía con las notas del piano de papá.
Y otra vez silencio.
Un día, la puerta del estudio quedó mal cerrada, y la más pequeña de las niñas se acercó sigilosamente a la rendija; pudo ver cómo papá, a ratos, se inclinaba sobre un papel, y anotaba lago.
La niña más pequeña corrió entonces en busca de su hermana mayor. Y gritó, gritó por primera vez en tanto silencio:
-¡La música de papá, no te la creas...! ¡Se la inventa!


Ana María Matute

viernes, 5 de julio de 2013

Cuento XXXV


Fue convidado un necio capitán, que venía de Italia, por un señor de Castilla a comer; y después de comido, alabóle el señor al capitán un pajecillo que traía muy agudo, y gran decidor de presto. Visto por el capitán, y maravillado de la agudeza del pajecillo, dijo:
-“¿Ve vuestra merced estos rapaces cuán agudos son en la mocedad? Pues sepa, que cuando grandes no hay mayores asnos en el mundo.”
Respondió el pajecillo al capitán:
-“Más que agudo debía de ser vuestra merced cuando muchacho.”

Juan de Timoneda

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martes, 25 de junio de 2013

El conejo y el león



Un celebre Psicoanalista se encontró cierto día en medio de la Selva, semiperdido.
Con la fuerza que dan el instinto y el afán de investigación logró fácilmente subirse a un altísimo árbol, desde el cual pudo observar a su antojo no sólo la lenta puesta del sol sino además la vida y costumbres de algunos animales, que comparó una y otra vez con las de los humanos.
Al caer la tarde vio aparecer, por un lado, al Conejo; por otro, al León.
En un principio no sucedió nada digno de mencionarse, pero poco después ambos animales sintieron sus respectivas presencias y, cuando toparon el uno con el otro, cada cual reaccionó como lo había venido haciendo desde que el hombre era hombre.
El León estremeció la Selva con sus rugidos, sacudió la melena majestuosamente como era su costumbre y hendió el aire con sus garras enormes; por su parte, el Conejo respiró con mayor celeridad, vio un instante a los ojos del León, dio media vuelta y se alejó corriendo.
De regreso a la ciudad el celebre Psicoanalista publicó cum laude su famoso tratado en que demuestra que el León es el animal más infantil y cobarde de la Selva, y el Conejo el más valiente y maduro: el León ruge y hace gestos y amenaza al universo movido por el miedo; el Conejo advierte esto, conoce su propia fuerza, y se retira antes de perder la paciencia y acabar con aquel ser extravagante y fuera de sí, al que comprende y que después de todo no le ha hecho nada.

Augusto Monterroso


jueves, 13 de junio de 2013

Cuento XXXVIII


Preguntó un gran señor a ciertos médicos, que a qué hora del día era bien comer. El uno dijo:
-“Señor, a las diez.”
El otro:
-“A las once.”
Y el otro:
-“A las doce.”
Dijo el más anciano:
-“Señor, la perfecta hora de comer es, para el rico, cuando tiene gana; y para el pobre, cuando tiene de qué.”


Juan de Timoneda

viernes, 31 de mayo de 2013

El pozo


Mi hermano Alberto cayó al pozo cuando tenía cinco años.

Una de esas tragedias familiares que alivianel tiempo y la circunstancia de la familia numerosa.

Veinte años después mi hermano Eloy sacaba agua de aquel pozo al que nadie jamás había vuelto a asomarse.

En el caldero descubrió una botella con un papel en el interior.

“Este es un mundo como otro cualquiera”, decía el mensaje.

Luis Mateo Díez


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jueves, 2 de mayo de 2013

Cuento IV




Viendo un labrador que en una higuera que tenía en su heredad se habían desesperado en ella, por discurso de tiempo, algunos hombres, temiéndolo por mal agüero determinó de cortalla; pero antes desto, presumiendo de gracioso, hizo hacer un pregón por la ciudad, que si alguno había que se quisiese ahorcar en su higuera, que se determinase dentro de tres días, porque la quería cortar de su campo.

Juan de Timoneda
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