miércoles, 11 de abril de 2012

Noche de Reyes




- No te metas nunca donde no te llamen- le dijo a Jeromo su madre un buen día.
Jeromo hacía siempre lo contrario.
- ¿Dónde no me llamarán?- se dijo.
En la cueva del oso no le llamaban y entró.
- ¡ Grooonnzz...! – hizo el oso, que no sabía hablar y quería decir: “¡fuera
de aquí!”
Antes de salir, Jeromo tuvo tiempo de ver un saliente en la roca, puntiagudo y sobado. Era el rascalomos del oso y le gustó.
- ¿Dónde no me llamarán?- se iba preguntando Jeromo alegremente, cuando pasaba por la casa del cura. Se paró un momento y, como no le llamaban, allí que se metió.
- ¡Fuera de aquí- dijo el cura, que sí sabía hablar. Jeromo se asustó un poco cuando vio a don Blas con una berruga pasa debajo de la oreja derecha y con un fuelle de cuero en la mano izquierda y salió corriendo.
- ¿Dónde no me llamarán?-
Pero entonces empezó a oír voces de todos los portales del pueblo que repetían: “¡Jeromo, Jeromo...!” Y como le llamaban de todas partes, se marchó a su casa.
- Madre, quiero un rascalomos sobado, una berruga pasa y un fuelle de cuero. Y se lo voy a pedir a los Reyes.
- Vaya, este niño está loco- comentó su madre divertida.
Día y noche la misma cantinela. Un mes más tarde, Jeromo volvía a repetir: “quiero un rascalomos sobado, una berruga pasa y un fuelle de cuero”. Esta vez los siete médicos del Psiquiátrico Provincial fruncieron el ceño.
- Efectivamente, su hijo está loco, señora- dijo el Director, desmontando los lentes.
Justo el cinco de enero, Jeromo quedó internado. El seis, su madre encontró en la ventana de la habitación de Jeromo un rascalomos sobado, una berruga pasa y un fuelle de cuero.


Félix

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