Samuel el presbítero
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-Ite, misa est –decía Samuel y, llevando delante a Miguelillo, se
encaminaba a la sacristía.
Despojado del alba y plegado el amito, Samuel se acercaba a la ratonera,
puesta al lado del viejo y carcomido arcón de los ornamentos antiguos.
-Ha caído uno y está vivo –exclamaba gozoso Samuel- mira, Miguelillo, avisa
a Caridad.
Miguelillo el monaguillo, avisaba a Caridad, la hermana de Samuel, que
traía a Rufina, la gata para el segundo rito:
Samuel, emocionado, soltaba al ratoncillo; Caridad se subía al sillón
antiguo; Rufina se regodeaba, entregada a una orgía prolongada de juego y
muerte; y Miguelillo, aprovechando, el fervor de la liturgia, se empinaba la
botella del vino de celebrar que celosamente guardaba Samuel en el armario y
que permanecía abierto todavía.
Félix
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