domingo, 3 de julio de 2016

¿Y tú qué haces aquí, Limón?

Quevedo llama al ruiseñor: “flor con voz, voz pintada, silbo alado, ramillete cantor, lira animada, átomo volador…”
Todo esto que dice Quevedo del ruiseñor, puede decirse perfectamente también de Limón y, yo diría que aún más. Limón era antes un canario que, vete tú a saber qué nombre tendría. Pero desde que está conmigo se llama Limón y es “mi canario”. Bueno, también podría ser “mi canaria”, pues, la verdad, todavía no sé si es él o ella. Soy muy limitada en estos asuntos: no tengo ni idea acerca del sexo de los pajarillos. He oído decir que si cantan mucho son machos. Pues si es así, Limón debe serlo, porque cantar canta muchísimo. Pero como esto es lo de menos, intentaré contarte cómo es, qué hace, por qué está conmigo y por qué se llama Limón.

Limón es… !Precioso! Y ya me tendría que callar para que tú te lo imagines lo mejor que puedas, pero tirando a muy, muy bonito. Me temo que no le voy a hacer justicia, si intento describírtelo cómo es.
Pero mira, es… como una pelota pequeñita, pero no redonda, sino un poquito abombada, como la de rugby, pero en pequeño. Una pelotita pequeña, un poquito alargada, de color naranja. Bueno, predomina el naranja, pero tiene más colores. Por eso también se le puede llamar “voz pintada”, como hace Quevedo con el ruiseñor. ¿Te lo imaginas? Ponle en la cabecita dos ojitos redonditos, redonditos y negros, negros; ponle un poquitín  de amarillo y dos minimanchitas marrones. En el cuello lleva un collarín blanco, que no se te olvide. Ponle también dos alitas marrones, bordeadas de un ribetillo blanco. La cola es de larga otro tanto que su cuerpecillo y de un color amarillo que desciende aclarándose, hasta ser totalmente blanca en la puntita. Y… toda esta miniarquitectura de colores –caliente y viva, que cabría en el hueco de tu puño y a la que sentirías bombear como un corazoncito- se mantiene en dos patitas marrones y finísimas como el alambre fino. En fin…

Está conmigo desde hace quince días y porque él ha venido a mí. Entré un día en la cocina, medio despistada y sin saber muy bien a lo que iba, cuando  creí ver, en un rincón, algo diminuto que se movía. Abrí bien los ojos, me acerqué y, en efecto, me encontré una cosilla  policromada, asustadita y desvalida, como un  pajarito, nunca mejor dicho. “¿Qué haces tú aquí, Limón?”- le dije. Miré alrededor y, al ver que la puerta de la terraza estaba abierta, comprendí que el precioso regalo me vino volando desde el cielo.
No sé nada de su vida anterior. No sé si se escapó o fue abandonado. Cuando lo encontré, estaba asustado y sólo piaba. Ahora sé que está contento y feliz y que canta como un “divo” de la ópera, o una “diva” tal vez…  Es curioso cómo participa en las conversaciones que tengo con  mis amigos, cuando vienen de visita. Empezamos a hablar y, al momento, él empieza a modular su flauta con una bella melodía interminable. A veces parece un virtuoso del violín ejecutando un velocísimo y brillante “pizzicatto”. Sobre todo, es divertido cuando vienen mis tíos. Se las tiene tiesas con tía Clara. Ella le reprocha con voz cálida y cariñosa: “!Calla ya de una vez, que me tienes harta!” Y él le responde a contrapunto, con una hermosísima cascada de altibajos. Y ahí quedan los dos bordando un largo dueto afinadísimo. Después siempre se incorpora tío Valero, tranquilo y calmo: “¿Por qué no os callaréis los dos?” Al fin, entro yo, invitando a la calma y formamos un calco exacto de esas escenas de la ópera en que varios personajes cantan a la vez pero cada uno con su tema, independientemente el uno del otro.

Por cierto que “su tema” ya me lo sé de tanto oírlo:

“Piouí, piouí, piouí.
Tengo una jaula preciosa
con un azul balancín,
comedero con alpiste
y una fuente para mí.

Piouí, piouí, piouí.
Tengo una barra granate
desde donde canto así,
tengo otra abajo, amarilla,
que es donde voy a dormir.

Piouí, piouí, piouí.
Casi siempre estoy arriba
para mirar desde allí
pero voy de un sitio a otro
revoloteando sin fin.
  
Imagen: https://www.google.es
Piouí,piouí,piouí.
Normalmente estoy tranquilo,
no me quejo, soy feliz,
tengo gente que me mima,
¿qué más podría pedir?

Piouí, piouí, piouí.
Me gusta mucho la música,
pues mi flauta afino así.
y el habla de los humanos
me causa placer oír.

Piouí,piouí,piouí.
Mas cuando barrunto extraños
o me los veo venir
tengo un nudo en la garganta
y mi corazón va a mil.

Piouí, piouí, piouí.
Si os ha gustado mi canto
y entregados aplaudís,
en cuanto haya terminado
os lo puedo repetir.

Piouí, piouí, piouí”.

… Y mientras tanto, no para. Sube, baja, se frota el pico repetidamente en la barra roja, vuela a uno y otro costado de la jaula, se posa brevemente en un barrote lateral girando el cuello y estirando el ala, vuelve, menea arriba y abajo su colita con frecuencia inalcanzable al ojo humano…Tan rápido  revolotea que si le hicieras una foto en ese momento, obtendrías un mandarino cargado de mil frutos maduros. Quedarían sus  mil cuerpecillos congelados en los mil espacios por donde pasó. Tan rápidamente se desplaza volando.
Y, ¿por qué saldría un mandarino, llamándose Limón? Pues porque es de color naranja.
Y ¿por qué se llama Limón y no Mandarina? Pues porque es un pequeño homenaje a mi tío Eutimio. Resulta que mi tío Eutimio, hace unos años y siendo yo una niña, tenía un canarito que se llamaba Limón y era de color limón.

Tan bien cantaba y me gustaba tanto que cuando me encontré con éste, acurrucadito en el rincón de la cocina, no pude por menos que decirle: “Y tú ¿qué haces aquí, LIMÓN?”

Félix

No hay comentarios:

Publicar un comentario