Usucapìr
Lo
vieron las palabras del anuncio volante de servicios para caballeros
desde su posición de papel tirado en la mesa central. La dama
arrellanada en el sillón con la bata abierta, los muslos cruzados y
la cabeza apoyada en el respaldo jugaba la palabra usucapir. U –
sucapir. U – sucapir. Usucapir.
Imagen: https://www.google.es/
¿Qué
es usucapir?, le preguntó el hombre a quien servía en su propia
casa, cierta noche. A un descuido del personaje que vestía la casaca
inglesa y pantalón bombacho y que aún en el lecho del ejercicio
erótico no se despojaba de la cachucha, sustrajo la palabra de una
Bond membretada llena de muchas otras de un texto que reposaba
respirando acompasadamente sobre el escritorio, algunos libros
estaban listos a ser fisgados y otros numerosos en los anaqueles
presenciaban como en las galerías de un anfiteatro, la hazaña
física del dueño y señor de la arena y de sus habitantes.
¿Qué
es usucapir, gatito?, preguntó la dama en situación desventajosa
debajo del hombre. “Anda que te mueva haciendo círculos”.
Ahí
sentada en espera del desconocido visitante, se sumía placentera en
las burbujas de la pronunciación: u-sssuuu-caaap-ir.
Usssssss-uc-aaaap-iiiir. De entre las ringleras colgantes de
caracoles y pastillas de madera haciendo cortina, marimbada al umbral
de la sala, apareció el buscador de gozo. “Sólo sé que te va a
gustar”. Bueno, con usufaquir. A ver qué pasa”.
A
partir de entonces la clientela de la dama de tales citas aumentó
como nunca imaginó la pupila dueña anterior del sillón que ahora
ocupa. Todos empezaron a llamarla la Usucapir. Fue famosa a lo largo
de la calle y en todas las demás que trazan el barrio de la Academia
de la Lengua.
Raúl
Renán
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