El
deseo secreto
En el fondo del corazón de cada niño, de
cada madre, de todo espectador, anida el deseo secreto de ver caer al
trapecista, de verlo destrozarse los huesos contra el suelo, derramada su
sangre oscura sobre la arena, el deseo esencial de ver a los leones
disputándose los restos del domador, golpeando la cabeza rítmicamente contra el
límite de la pista y para ellos hemos inaugurado este circo, el mejor, el
absoluto, el circo donde falla la base de las pirámides humanas, el tirador de
los cuchillos clava los puñales (por error, siempre por error) en los pechos de
su partenaire, el oso destroza con su carpa la cara del gitano y por eso, como
las peores expectativas se cumplen y sólo se desea lo que no se tiene, los
anhelos de los espectadores viran hacia las buenas intenciones: asqueados de
calamidades y fracasos empiezan a desear que el trapecista tienda los brazos a
tiempo, que el domador consiga controlar a los leones, que la écuyère logre
izarse otra vez hacia la montura, y en lugar de rebosar muerte y horrores, el
lugar más secreto de su corazón se llena de horrorizada bondad, de ansias de
felicidad ajena, y así se van de nuestro espectáculo felices consigo mismos,
orgullosos de su calidad humana, sintiéndose mejores, gente decente, personas sensibles
y bien intencionadas, público generoso del más perfecto de los circos.
Ana María Shua

Imagen:https://www.google.com/
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