jueves, 14 de enero de 2021

Réquiem por el ave madrugadora

Yo no deseaba sr enterrado, pues siempre me repugnó la idea de poblar una tumba con la misma mueca. Me entusiasmaba en cambio imaginar que, aún después de la muerte, mi corazón podía seguir latiendo, mis ojos gozando de la belleza  y mis riñones esculpiendo filosos cálculos dentro de anónimos cómplices en ese juego irracional y materialista de aferrarse a la vida. Pero tuve la mala suerte de fallecer antes que mi esposa y mis órganos nunca fueron donados, ni mis satisfechos escombros desguazados e icinerados. No hay mejor coartada para el luto que un cadáver, y en lugar de las ascuas purificadoras sólo tuve flores que al podrirse atrajeron a las primeras moscas y gusanos. Sobre mi lápida ella representó el doloroso ritual de la etiqueta fúnebre, y años más tarde dejó de venir cuando decidió rehacer su vida. No hay mejor afrodisíaco que un cadáver. Después apenas siguieron visitándome mis hijas, hasta que otros muertos las arrebataron de mi lado. Ahora soy un agujero más de este gran queso de cemento. Me irrita que todos estén tan quietos, larvando, en espera de un  juicio que nunca llegará. Ahora que puedo salir lo haré con los primeros rayos del sol. Tengo hambre, y me pienso comer al primer pájaro que se acerque.

Fernando Iwasaki

Imagen:https://www.google.com/

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