domingo, 22 de mayo de 2022

Cuando soy feliz… no escribo

A veces escribimos a partir de una línea que nos está atravesando la garganta y hay que expulsarla fuera porque nos ahoga. Frases tontas o imágenes como “removía la nieve con un palo porque siempre soñaba con encontrar tesoros tras los deshielos…” u otras más solemnes como  “a veces regresa en la forma de un mal pensamiento.”

Escribir es una pulsión que no se domina, una reflexión que a ratos nos explica qué nos ocurre por dentro, en una alteridad privada donde todo queda demasiado lejos.

Cuando tengo miedo, escribo; cuando me desgarro, escribo; cuando me esfuerzo, escribo; cuando no entiendo, escribo y me explico el mundo. Cuando soy feliz, no escribo.

La lectura de otros, me escribe. Los diccionarios me parten y descomponen las palabras que eran familiares y adquieren de pronto nuevas relaciones de parentesco. Las palabras se transforman en sensaciones, en imágenes, evocaciones de olores o sonidos, es como si fuera la luz tenue de una linterna que guía en la oscuridad hacia la certeza final, o hacia el callejón donde las palabras y yo nos damos de cabezazos sin poder arribar a una salida.

Amor-odio-desgarro o sólo llegar a una historia, la simpleza de contarla, o si artificio, sin más pretensión que habitar en otros durante el tiempo que dure el antiguo “había una vez”, palabras, nada más.

Pía Barros

Imagen:https://www.blogger.com/

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