Cuando soy feliz… no escribo
A veces escribimos a partir de una línea
que nos está atravesando la garganta y hay que expulsarla fuera porque nos
ahoga. Frases tontas o imágenes como “removía la nieve con un palo porque
siempre soñaba con encontrar tesoros tras los deshielos…” u otras más solemnes
como “a veces regresa en la forma de un
mal pensamiento.”
Escribir es una pulsión que no se
domina, una reflexión que a ratos nos explica qué nos ocurre por dentro, en una
alteridad privada donde todo queda demasiado lejos.
Cuando tengo miedo, escribo; cuando me
desgarro, escribo; cuando me esfuerzo, escribo; cuando no entiendo, escribo y
me explico el mundo. Cuando soy feliz, no escribo.
La lectura de otros, me escribe. Los diccionarios me parten y descomponen las palabras que eran familiares y adquieren
de pronto nuevas relaciones de parentesco. Las palabras se transforman en
sensaciones, en imágenes, evocaciones de olores o sonidos, es como si fuera la
luz tenue de una linterna que guía en la oscuridad hacia la certeza final, o
hacia el callejón donde las palabras y yo nos damos de cabezazos sin poder arribar
a una salida.
Amor-odio-desgarro o sólo llegar a una historia, la simpleza de contarla, o si artificio, sin más pretensión que habitar en otros durante el tiempo que dure el antiguo “había una vez”, palabras, nada más.
Pía Barros
Imagen:https://www.blogger.com/
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