miércoles, 15 de diciembre de 2021

Detrás de lo obvio

Todos los viernes por la mañana Nasrudín llegaba al mercado del pueblo con un burro al que ofrecía en venta. El precio que demandaba era siempre insignificante, muy inferior al del valor del animal. Un día se le acercó un rico mercader, quien se dedicaba a la compra y venta de burros.

-No puedo comprender cómo lo hace, Nasrudín. Yo vendo burros al precio más bajo posible. Mis sirvientes obligan a los campesinos a darme forraje gratis. Mis esclavos cuidan de mis animales sin que les pague retribución alguna, Y, sin embargo, no puedo igualar sus precios.

-Muy sencillo –dijo Nasrudín-. Usted roba forraje y mano de obra, Yo robo burros.

Idries Shah

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jueves, 9 de diciembre de 2021

En el insomnio

El hombre se acuesta temprano. No puede conciliar el sueño. Da vueltas, como es lógico en la cama. Se enreda entre las sábanas. Enciende un cigarro. Lee un poco. Vuelve a apagar la luz. Pero no puede dormir. A las tres de la madrugada se levanta. Despierta al amigo de al lado y le confía que no puede dormir. Le pide consejo. El amigo le aconseja que haga un pequeño  paseo a fin de cansarse un poco. Que enseguida tome una taza de tila y que apague la luz. Hace todo esto pero no logra dormir. Se vuelve a levantar. Esta vez acude al médico. Como siempre sucede, el médico habla mucho pero el hombre no se duerme. A las seis de la mañana carga un revólver y se levanta la tapa de los sesos. El hombre está muerto pero no ha podido quedarse dormido. El insomnio es una cosa muy persistente.

Virgilio Piñera

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viernes, 3 de diciembre de 2021

Preferencia de la sirena

Despertó en la playa, complacida por la ausencia de su cola: la sustituían dos largas y broncíneas piernas. Aún desnuda, corrió hacia el puerto para encontrar al marinero amado. Durante la búsqueda entró a la taberna y los hombres, incrédulos, se lanzaron sobre ella para manosearla. Un joven de brazos fuertes, enamorado a primera vista, repartió golpes entre sus adversarios y se la llevó al hostal. Meciéndose en la hamaca ella le preguntó acerca de ese marinero por el que tanto rogó a Poseidón que la dotara de piernas. El joven, mostrándole su cuchillo, confesó que había muerto la noche anterior, que él mismo lo mató en defensa del honor de su hermana más pequeña.

-Quédate conmigo –suplicó-, también soy hombre de mar: si quieres mañana te compro unas aletas y un esnórquel para que me acompañes a sacar perlas. Verás qué hermoso es el océano.

Ella, entonces, soltó una gota salada de resignación, encendió su primer cigarrillo y se dirigió a la taberna.

Will Rodríguez

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viernes, 26 de noviembre de 2021

La manzana

La flecha disparada por la ballesta precisa de Guillermo Tell parte en dos la manzana que está a punto de caer sobre la cabeza de Newton, Eva toma la mitad y le ofrece la otra a su consorte para regocijo de la serpiente. Es así como nunca llega a formularse la ley de gravedad.

Ana María Shua

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viernes, 19 de noviembre de 2021

El bibliófilo

Durante el velorio del decano me dedique a curiosear por sus estanterías. Aquel hombre tenía maravillas, ediciones agotadas y curiosas, libros que jamás poseería. ¿Qué haría la viuda de su biblioteca? Donarla, venderla o tirarla. Seguro. Por eso aguardé al momento preciso para embolsarme un volumen de su valiosa colección de crónicas de Indias. Aquella noche no pude dormir y desperté sudando y sobrecogido. El decano estaba sentado a los pies de mi cama, mirándome con angustia y ferocidad. A primera hora de  la mañana quise ir a su casa para devolver  el libro, pero era el entierro y  no tuve más remedio que enfrentarme con su espectro una noche más. Me desperté cubierto de polvo y tenía los labios azules. Ojeroso, demacrado y lívido, corrí al día siguiente a su vieja casona. La viuda también tenía mala cara, pero cuando le dije que venía a entregarle un libro que su marido me había prestado, una luz de enloquecida maldad reverberó en sus ojeras: “Ese es su problema, joven”. Y me cerró la puerta. Su traje parecía cubierto de polvo y tenía los labios azules.

Fernando Iwasaki

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viernes, 12 de noviembre de 2021

Perplejidad 

La cierva pasta con sus crías. El león se arroja sobre la cierva, que logra huir. El cazador sorprende al león y a la cierva en su carrera y prepara el fusil. Piensa: si mato al ladrón tendré un buen trofeo, pero si mato a la cierva tendré trofeo y podré comerme su exquisita pata a la cazadora.

De golpe, algo ha sobrecogido a la cierva. Piensa: si el león no me alcanza, ¿volverá y se comerá a mis hijos? Precisamente el león está pensando: ¿Para qué me canso con la madre cuando, sin ningún esfuerzo, podría comerme a las crías?

Cierva, león y cazador se han detenido simultáneamente. Desconcertados, se miran. No saben que, por unan coincidencia sumamente improbable, participan de un instante de perplejidad universal. Peces suspendidos a media agua, aves quietas como colgadas del cielo, todo ser animado que habita sobre la tierra duda sin atinar a hacer un movimiento.

Es el único, brevísimo hueco que se ha producido en la historia del mundo. Con el disparo del cazador se reanuda la vida.

Raúl Brasca

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sábado, 6 de noviembre de 2021

Instrucciones para cantar

Empiece por romper los espejos de su casa, deje caer los brazos, mire vagamente la pared, olvídese. Cante una sola nota, escuche por dentro. Si oye (pero esto ocurrirá mucho después) algo como un paisaje sumido en el miedo, con hogueras entre las piedras, con siluetas semidesnudas en cuclillas, creo que estará bien encaminado, y lo mismo si oye un río por donde bajan barcas pintadas de amarillo y negro, si oye un sabor de pan, un tacto de dedos, una sombra de caballo.

Después compre solfeos y un frac, y por favor no cante por la nariz y deje en paz a Schumann.

Julio Cortázar

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