domingo, 21 de abril de 2013

Momento único




En el pueblo de Villa Allende andaba cada uno en lo suyo bajo una tarde plena de calor. El sonar de unos platillos, redoblantes y trompeta a todos les llamó la atención.
Allí, por las callecitas de tierra, una banda orquestal de tres músicos hacía su bochinche. En el centro de ellos, un payaso con sus piruetas y otro, arlequín, agitaba un estandarte firuleteado, de letras doradas, que movía al son de las notas con suma gracia. Detrás de ellos, un camioncito con altavoces anunciaba la llegada de un espectáculo en la plaza principal.
Un niño que andaba asomado en la ventana de su casa, a todo lo que da, anunció:

-¡Vayamos a la plaza!
La gente salía con desconcierto y se dirigía al lugar de encuentro. Algunos con sus instrumentos de trabajo en mano: el carpintero con su martillo. el zapatero con un zapato y el peluquero con las tijeras. También una señora con los ruleros a medio poner, una mujer dándole el biberón a su bebé, los ancianos lentos con sus bastones o silla de ruedas y un montón de niños que bajaban de las sierras de alrededor. Nadie quería perderse lo que iría a pasar.
Todos impacientes se juntaron en un extremo de la plazoleta, frente al camioncito que se había detenido. La música había cesado. Músicos y payasos se mezclaron entre el publico.
De la cabina trasera de la colorida camioneta se abrieron dos postigones.
El murmullo se acalló cuando se vio salir por esa ventana a unos simpáticos títeres.
¡Qué hermoso! Las caras de grandes y niños se iban transformando, siguiendo la pícara historia con tanta atención que ni el vuelo de una mosca se sentía. Algunos se acomodaron en el piso, otros se quedaron parados. El entorno se nubló. Los muñecos chillones y humanos disfrutaban de ese compartir. Las emociones se sentían y se exteriorizaban. La magia y la inocencia hacían su travesía en ese clima, mientras la hora transcurría sin que nada ni nadie se diera cuenta. Solo un dialogo con la fantasía se percibía.
Llegando al final de la historia la música comenzó otra vez, en forma suave. Los muñecos se despidieron hasta la vuelta, los postigones se cerraron, saludando con la mano un payaso se alejaba, mientras el arlequín agitaba, otra vez el estandarte y con el camioncito en marcha, el grupo se perdía entre las angostas callejuelas.
La gente en la plaza cerró su boca, que había quedado abierta por tanto asombro y pensativos se dirigían cada uno a su lugar. Un niño preguntó a su madre en voz muy alta:

- Mamá, ¿quienes eran?...
Así comenzó el cuchicheo en el vecindario. Nadie los conocía, pero por días y días, los comentarios corrían relatando tan inolvidable experiencia.
Sólo se sabía que era "El grupito de la Fantasía" y que volverían al mes siguiente.
Todos esperaban ansiosos ese momento, donde la imaginación como traviesa brisa fluía en tierra cordobesa.

(Villa Allende es un pueblo de paisaje serrano de Córdoba, Argentina, donde vivía mi abuela).

María Inés arias
 


viernes, 5 de abril de 2013

El perro que deseaba ser un ser humano



En la casa de un rico mercader de la Ciudad de México, rodeado de comodidades y de toda clase de máquinas, vivía no hace mucho tiempo un Perro al que se le había metido en la cabeza convertirse en un ser humano, y trabajaba con ahínco en esto.
Al cabo de varios años, y después de persistentes esfuerzos sobre sí mismo, caminaba con facilidad en dos patas y a veces sentía que estaba ya a punto de ser un hombre, excepto por el hecho de que no mordía, movía la cola cuando encontraba a algún conocido, daba tres vueltas antes de acostarse, salivaba cuando oía las campanas de la iglesia, y por las noches se subía a una barda a gemir viendo largamente a la luna.

Augusto Monterroso
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martes, 12 de marzo de 2013

El idiota



  
Cuando el sabio señaló la luna, el idiota se quedó mirando el dedo del sabio, y vio que se trataba del índice. Era un dedo arrugado, envuelto en una epidermis desgastada, cuyo tejido anterior se hacía tan fino que el espesor de la sangre, fragmentado en pequeños puntos rojos, se dividía a su vez en forma de tabique, debido a las líneas irregulares que en grupos de cinco separaban a las falanginas de las falangetas. Por la parte posterior, en la superficie de los nudillos, estas líneas eran más numerosas y parecían nervaduras de hoja, pues el sabio era tan viejo que la piel del nudillo era un pellejo de consistencia inerte, y hasta tenía ciertas marcas de los mordiscos leves que el sabio le había dado en los momentos de reflexión. En los demás dedos del sabio había ciertos vellos, que el idiota apenas conseguía registrar con el ojo, tal era su concentración en el índice, distintos de aquellos por ser lampiño, con los poros más grandes y de una uña más pronunciada, curva y de una pátina tenue de amarillo. Su superficie se adivinaba casi tan lisa como la de un cristal, y brillaba. El contorno de la cutícula estaba perfectamente dibujado; no había en su línea cóncava ni el más mínimo desprendimiento. El nacimiento de la próxima uña, blanco y puntiagudo, formaba con la cutícula un óvalo que el sabio miraba a veces, encontrando en él una especie de centro universal cuyo significado desconocía. Se detuvo por fin el idiota en la parte superior de la uña, que coincidía exactamente con el nivel de la yema y cuyo borde se inclinaba hacia abajo. Allí el idiota vio, perfectamente reflejada y redonda, a la luna.

Gabriel Jiménez Eman

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miércoles, 6 de marzo de 2013

Anulada en el mundo – Historias de vida




¿Alguna vez, al sufrir una desilusión, un fuerte impacto del destino, algo inesperado, comenzaste a sentir que tu alma se eleva, tu razón se esfuerza  por comprender qué está pasando, sin repuestas, mientras tu corazón merma en sus latidos, tu cuerpo se enfría lentamente y tu organismo no responde?

Eso es morir en vida ¿Verdad?

Éste no es un relato pesimista, simplemente es lo que se siente cuando una parte de nosotros mismos se va detrás de quien nos abandona, sea por muerte, desamor, egoísmo o mil motivos más. Quedamos estupefactos, desconcentrados, atónitos, sin poder reaccionar ante esa perdida, olvido o indiferencia. Sólo Dios, si es que existe, podrá aclarar el misterioso motivo por el que una persona queda en ese estado. 

-Así está la niña de mis ojos, tan hermosa y tan tierna criatura con apenas veinte años. ¿Qué debe hacer una madre frente a tal desgracia?... –se pregunta Elena.

Ella, cada día debe atender a su hija como si fuese un bebé. Nunca supo cuál fue el motivo de semejante atrocidad. Sólo queda esperar que un bendito día su hija reaccione, y pueda contarle a su madre el motivo, por el cual quedó así, como en otro mundo.

Estrellafugaz.
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sábado, 2 de marzo de 2013

El espejo chino


Un campesino chino se fue a la ciudad para vender la cosecha de arroz y su mujer le pidió que no se olvidase de traerle un peine.
Después de vender su arroz en la ciudad, el campesino se reunió con unos compañeros, y bebieron y lo celebraron largamente. Después, un poco confuso, en el momento de regresar, se acordó de que su mujer le había pedido algo, pero ¿qué era? No lo podía recordar. Entonces compró en una tienda para mujeres lo primero que le llamó la atención: un espejo. Y regresó al pueblo.
Entregó el regalo a su mujer y se marchó a trabajar sus campos. La mujer se miró en el espejo y comenzó a llorar desconsoladamente. La madre le preguntó la razón de aquellas lágrimas.
La mujer le dio el espejo y le dijo:
-Mi marido ha traído a otra mujer, joven y hermosa.
La madre cogió el espejo, lo miró y le dijo a su hija:
-No tienes de qué preocuparte, es una vieja.
Anónimo

miércoles, 20 de febrero de 2013

Una chispa de vida



Estoy contento. Ayer instalaron al nuevo muerto en el nicho vecino. Hubo cantos, discursos y lloros, ruidos de piquetas y arrastre de ataúd. Una auténtica fiesta que me despertó de este aburridísimo silencio eterno.

Félix

sábado, 9 de febrero de 2013

La luna enamorada




-¡GUAPO! – le dijo la Luna al sol.
El Sol se puso rojo.
-¡GUAPO, más que guapo! ¿Me gustan tus colores!
El Sol se puso más rojo.
-¡Guapísimo!
El Sol se ruborizó y se tapó la cara avergonzado. La Luna se quedó pálida.
-¿Dónde estás, Sol? ¿Te has escondido?
Se hizo de noche, y la luna se quedó sola.
-¿Por qué te has marchado, Sol? Solamente te he dicho guapo. No tengo a nadie con quien hablar. Las estrellas están mudas.
Se hizo de día y el sol apareció radiante.
La Luna pensó:
“Ahora que nadie me ve, piropearé a mi Sol adorado. Tendrá que escucharme, porque permanecerá encendido hasta las ocho de la tarde.”
-¡Hola, divino Sol!
El Sol miró a la Luna de reojo.
-¡Estás tan lindo esta mañana!
El Sol se ocultó tras una nube.
-Sal pronto de ahí, que quiero verte.
El sol apareció de nuevo.
-¡Bien!
El Sol pareció asustarse.
-No te escondas, por favor, quiero jugar contigo a guiñar ojos…
El sol entornó los párpados.
La Luna cucó el ojo izquierdo y se quedó en cuarto menguante.
-¿Ves? Me puedo transformar. Si ahora guiño mi ojo derecho me visto de cuarto creciente. ¡Es muy divertido!
El Sol sonrió.
-Anda, Sol…Guíñame tus bellos ojos…
El Sol se aceleró. De su corazón comenzaron a salir llamas de fuego.
-¡Así quiero yo verte! Exuberante, fogoso… ¡Espectacular!
El Sol se quedó con los ojos en blanco.
-Mírame, Sol; ahora yo me disfrazo de rajita de melón. ¿Te gusta?
El sol encendió sus rayos en señal de aprobación.
-¡Tengo tantas caras! Ninguna oculta para ti, mi rey. ¡Guapo! ¡Guapísimo!
Y el sol se ruborizó de nuevo y se marchó a descansar.
-Que duermas bien, querido Sol. Si no quieres mirar mi cara frente a frente, puedes contemplarla reflejada en todos los lagos y mares de este mundo. Hasta mañana, mi amor…

Víctor del Río