miércoles, 30 de octubre de 2024

Un mecenas

La hermosa y sensual señora se acostaba con los jóvenes escritores nacionales para mejorar la calidad de la nueva literatura erótica mexicana.

José de la Colina

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miércoles, 23 de octubre de 2024

La caída (Alegoría chilena)

No se mueve ni una sola hoja sin que yo lo sepa, decía habitualmente. Un día, mecida por el fuerte viento que soplaba en el país, cayó suavemente desde el árbol una hojita que parecía insignificante hacia una tierra que la esperaba desde hacía largo tiempo. Entonces, y sólo entonces, el calló para siempre.

Manuel Pastrana Lozano

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jueves, 17 de octubre de 2024

Aves acuáticas

Por el agua y en la orilla, las aves acuáticas pasean; mujeres tontas que llevan con arrogancia unos ridículos atavíos. Aquí todos pertenecen al gran mundo, con zancos o sin ellos, y todos llevan guantes en las patas.

El pato golondrino, el cucharón y el tepalcate lucen en las plumas un esplendor de bisutería. El rojo escarlata, el azul turquesa, el armiño y el oro se prodigan en juegos de tornasol. Hay quien los lleva todos juntos en la ropa y no es más que una gallareta banal, un broceado corvejón que se nutre de pequeñas putrefacciones y que traduce en gala sus pesquisas de aficionado al pantano.

Pueblo multicolor y palabrero donde todos graznan y nadie se entiende. He visto al gran pelicano disputando con el ansarón una brizna de paja. He oído a las gansas discutir interminablemente acerca de nada, mientras los huevos ruedan sobre el suelo y se pudren bajo el sol, sin que nadie se tome el trabajo de empollarlos. Hembras y machos vienen y van por el salón, apostando a quién lo cruza con más contoneo. Interminables a más no poder, ignoran la realidad del agua en que viven.

Los cisnes atraviesan el estanque con vulgaridad fastuosa de frases hechas, aludiendo a nocturno y a plenilunio bajo el sol del mediodía. Y el cuello metafórico va repitiendo siempre el mismo plástico estribillo… Por lo menos hay uno negro que se distingue; flota garete junto a la orilla, llevando en una cesta de plumas la serpiente de su cuello dormido.

Entre toda esta gente, salvemos a la garza, que nos acostumbra a la idea de que sólo sumerge en el lodo una pata, alzada con esfuerzo de palafito ejemplar. Y que a veces se arrebuja y duerme bajo el abrigo de sus plumas ligeras, pintadas una a una por el japonés minucioso y amante de los detalles. A la garza que no cae en la tentación del cielo inferior, donde le espera un lecho de arcilla y podredumbre.

Juan José Arreola

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viernes, 11 de octubre de 2024

Cobarde

Durante una década su día a día consistió en torturar a presos políticos, sospechosos de terrorismo y contrarios al régimen para el cual él trabajaba. Le apodaban El Arcángel” y tenía entonces el grado de capitán. Cuando cayó la dictadura, se retiró como teniente coronel, pero nunca se logró precisar su culpa; tampoco la cantidad de sus víctimas, ni los nombres de los muertos que dejó tirados en los calabozos y zanjas. Las mujeres que violó en sucias barracas y los hombres a quienes sacó uñas y ojos quedaron borrados en expedientes judiciales que nunca se desempolvaron.

En 1992 el torturador se fue a vivir a un pueblo perdido del norte del país, donde cobraba mes a mes su pensión en el único cajero instalado a la vera de una estación de combustible. Un día extravió su tarjeta del cajero automático y debió acudir hasta la ventanilla del banco, de la ciudad más próxima, para solicitar una nueva. El empleado que trabajaba sobre una silla de ruedas lo reconoció en el acto: Era El Arcángel.

Cuando lo capturaron y lo llevaron al desierto para matarlo y borrar su  nombre de la faz de la tierra, fue incapaz de morir sin suplicar.

Ernesto Bustos Garrido

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domingo, 6 de octubre de 2024

Pequeños cuerpos

Los niños entraron en la casa y destrozaron las jaulas. La mujer encontró los cuerpos muertos y enloqueció. Los pájaros no regresaron.

Triunfo Arciniegas

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lunes, 30 de septiembre de 2024

La rana que querría  ser una rana auténtica

Había una vez una fana que quería ser una rana auténtica, y todos lo días se esforzaba en ello.

Al principio se compró  un espejo en el que se miraba largamente buscando su ansiada autenticidad. Unas veces parecía encontrarla  y otras no, según el humor de ese día o de la hora, hasta que se cansó  de esto y guardó el espejo en un baúl.

Por fin pensó que la única forma de conocer su propio valor estaba en la opinión de la gente, y comenzó a peinarse y a vestirse y a desvestirse (cuando  no le quedaba otro recurso) para saber si los demás la aprobaban  y reconocían que era una rana auténtica.

Un día observó que lo que más admiraban de ella era su cuerpo, especialmente sus piernas, de manera que se dedicó a hacer sentadillas y a saltar para tener unas ancas cada vez mejores, y sentía  que todos la aplaudían.

Y así siguió haciendo esfuerzas hasta que, dispuesta a cualquier cosa para lograr que la consideraran una rana auténtica, se dejaba arrancar las ancas, y los otros se las comían, y ella todavía alcanzaba a oír con amargura cuando decían que qué buena rana, que parecía pollo.

Augusto Monterroso

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sábado, 21 de septiembre de 2024

Las focas

Difícilmente erguida en su blancura musculosa, una levanta el puro torso desnudo. Otra reposa al sol en odre lleno de agua pesada. Las demás circulan por el estanque, apareciendo y desapareciendo, rodando en el oleaje que sus evoluciones promueven.

He visto el quehacer incesante de las focas. He oído sus gritos de júbilo, sus risotadas procaces, sus falsos llamados de náufrago. Una gota de agua me salpica la boca.

Veloces lanzaderas, las focas tejen y destejen la tela interminable de sus juegos eróticos. Se abrazan sin brazos y resbalan de una en otra improvisando sus rondas ad líbitum. Baten el agua con duras palmadas, se aplauden ellas mismas en ovaciones viscosas. La alberca parece de gelatina. El agua está llena de labios y de lenguas y las focas entran y salen relamiéndose.

Como la gota microscópica, las focas se deslizan por las frescas entrañas del agua virgen con movimiento flagelo de zoospermos, y las mujeres y los niños miran inocentes la pantomima genética.

Perros mutilados, palomas desaladas. Pesados lingotes de goma que nadan y galopan con difíciles ambulacros. Meros objetos sexuales. Microbios gigantescos. Criaturas de vida infusa en un barro de forma primaria, con probabilidades de pez, de reptil, de ave y de cuadrúpedo. En todo caso, las focas me parecieron grises y manoseados jabones de olor intenso y repulsivo.

¿pero qué decir de las hembras amaestradas, de las focas de circo que sostienen una esfera de cristal en la punta de la nariz, que dan saltos de caballo sobre el tablero de ajedrez, o que soplan por una hilera de flautas los primeros compases de la Pasión según San Mateo?

Juan José Arreola

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